miércoles, noviembre 19, 2008

La cebolla

Uno de mis principales empeños en la vida ha sido el de ir espantando amigos. No es tan difícil, todo es ponerse. El estudiar en siete colegios de seis nacionalidades distintas y el haber nacido cebolla ayudaron a fijar el tono, lo demás ha sido coser y cantar. Consejos no puedo dar muchos, más allá del nunca orillar la certeza de que los demás siempre te ven mucho más mediocre de lo que te ves tú, o el que a los amigos hay que tratarlos como a los gatos, pues a la que les acorralas te dejan perdido de arañazos. A pesar de todo aún me quedan unos cuantos, muchos más de los que merezco, gente que parece embarcada en una misión o algo, no les entiendo. Martina, por ejemplo, no crée en la teoría de los gatos. Martina me llama en cuanto pasan tres días, y me regaña, ¿tú por qué no me llamas nunca?, y me lleva a tomar café a sitios repletos de mujeres bellísimas, y me habla y me roza y me mira a los ojos indiferente al peligro que eso supone. Ahora Martina ha tenido un hijo, pero no conmigo, así que la felicidad no es completa. Yo no es que me crea merecedor de formar una familia junto a semejante diosa, no, por supuesto, para nada. Pero eso, que me jode, y lo digo para que conste: me jode.
Ayer noche una mujer con exceso de entusiasmo levantó los brazos tal que así, ajena al hecho de que los techos abuhardillados provocan una mayor proximidad del material luminotécnico, y le dio un manotazo a mi queridísima lámpara verde, la cual rebotó contra el techo y se hizo añicos, uno de los cuales fue a clavarse en mi muslo derecho. Luego se sacudió de encima unos trozos de cerámica, fijó la mirada en la puñalada verde de mi pierna y, simpatiquísima ella, empezó a reírse. A carcajadas. La monda. Y yo me enfadé, me enfadé muchísimo, un enfado exagerado, de los de brazeo y baba, de los de tartamudeo y me cago en Dios, y no por la risa -bastante bonita- ni por la lámpara -de las de diez euros- ni por la puñalada -medio centímetro, en peores nos hemos visto-, sino porque Martina ha tenido un hijo, pero no conmigo. Y me jode. Ya está. Me jode.
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