miércoles, mayo 21, 2008

Más verdura

Una brújula no sirve de nada si el norte está cada vez en un sitio distinto. Últimamente me pregunto si todas las rutinas de las que he hecho acopio no serán en realidad renuncias y no anclajes, parapetos en lugar de tomas de tierra. Manías y no rutinas. Eva dice que si al prescindir de una te sientes incómodo es que era una rutina, y si te sientes enfermo una manía. Y luego me mira y sé que sabe la respuesta. Ella sabe todas las respuestas. Yo sólo sé unas pocas. Una infancia salpicada de vicisitudes inusuales que ahora no vienen al caso nos llevó a forjar un vínculo peculiar, intenso, hasta moldear dos personalidades complementarias, de tal manera que donde yo soy visceral ella es reflexiva, donde yo oscuridad ella luz, donde yo exceso ella contención. Supongo que ella se quedó la mayoría de las virtudes y yo la mayoría de los defectos. Pero, va, bien, en general contento. También somos de esos hermanos que cuando se juntan parece que estén hablando en chino, demasiadas cosas se dan por supuestas, demasiada historia, y por eso nuestros acompañantes, tras hacer toda clase de esfuerzos por entender algo, acaban hablando de otra cosa, y al final en nuestra mesa siempre conviven dos conversaciones. Ayer cenábamos en mi casa, comida japonesa de encargo, un penedés amable, los niños con la suegra, y mientras Marta y Héctor hablaban de viajes, nosotros llegamos por enésima vez a la conclusión de que hemos sido unos hijos pésimos. Unos hijos que apoyados en una educación permisiva y liberal han acabado labrándose cada uno su camino, con un cierto éxito, sí, por qué negarlo, pero al margen de toda tradición, cuando si existía una tradición que merecía la pena continuar esa era desde luego la de nuestra madre, bailarina. En qué coño estábamos pensando, por todos los santos. En la antiguedad todo era más fácil. Tu padre era alfarero y tu eras alfarero. Sin preguntas, sin reproches. Ahora no, ahora tu madre es bailarina y tú eres gilipollas.
Marta se va tres semanas a París, y esta mañana se ha despedido y me ha dado un beso y me ha pedido tres cosas: que me porte bien, que coma verdura y que me porte bien.
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