Inicié mi discurso cuando el número de invitados aún era pequeño, un discurso que tuvo duras palabras para el atajo de enanos mentales que andan estos días destacando lo del "tenía un coeficiente intelectual superior al de Einstein", sin darse cuenta de que no hablan de un alquimista sino de un pintor, y que giró alrededor de la idea de que al igual que hay disciplinas que nacen, renacen o mutan de la mano de sus genios, otras deberían en cambio morir con ellos. Mañana deberíamos todos juntarnos en un bosque, cavar un enorme agujero, sepultar todos los tableros del mundo, y luego mear encima, a ver qué sale. Algo interesante, seguro. Cuando terminé mi alegato Sebas tomó la palabra:
- Amigo, no te enfades, pero creo que hablo por todos cuando te digo que no tengo ni puta idea de qué demonios nos quieres decir.
A continuación, y tras mi mención a un nuevo juego de cuchillos con hoja de filo quirúrgico, pasamos a discutir el asunto de mi sociopatía, pero se llegó a la conclusión de que la misma no puede ser otra cosa que pose, pues tras un repaso no demasiado profundo me vi obligado a confesar que me salen no menos de cinco personas por las que daría mi vida sin dudarlo un instante. De ahí en adelante los temas de conversación pasaron a ser cada vez más barrocos aunque, por obra y arte de bodega y farmacia, a todos nos parecieron más divertidos. Así que paso a enumerar una serie de anécdotas sin orden claro, que tampoco lo tiene aún en mi cabeza. JM dijo que esperaba que no nos importase que hubiese invitado a la fiesta a X, una bella y joven presentadora de televisión, y todos nos reímos de él, risas que nos hizo tragar uno por uno cuando al rato, efectivamente, apareció X. Le comenté a Nerea que nunca me veo tan lúcido como cuando camino, y ella me dijo que nunca se ve tan lúcida como después de un orgasmo. Alguien apagó la música y se marcó un a capella de "Amanecí en tus brazos", interpretación que fue saludada con vítores y aplausos. JM le contó a X alrededor de una docena de chistes que incluían la palabra "pene". Se fundó a la vieja usanza, con saliva, el primer club de fans de la Mantequería Bravo. Y en un momento dado Marta me dijo que me notaba especialmente cariñoso con ella, y me preguntó qué me sucedía y que si pensaba dejarla.
Como me sucede siempre, no recuerdo cómo acabó la fiesta ni cómo se fue cada cual, y al despertar he tenido esa sensación que se tiene cuando se está pasando un mal momento, y los amigos te emborrachan, y a la mañana siguiente se agolpan en un sólo instante todos los sentimientos que te ahorró el periodo de embriaguez. No he acabado de localizar el origen del problema, no se me ocurre ninguno evidente, aunque en todo caso luego me he levantado, he visto la mesa del salón llena de vasos manchados de carmín, una de mis visiones favoritas, y se me ha pasado.
lunes, enero 21, 2008
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