viernes, octubre 19, 2007

You know me better than I know myself

De acuerdo, infelices, de acuerdo. ¡De acuerdo! Lo reconozco: no tengo absolutamente nada que contar. Nada de nada. Así que ahora supongo que tocaría comenzar a escribir sobre el hecho mismo de escribir. Se hace mucho. Pero no, creo que aún no he llegado a ese punto. Aún hay más cosas fuera que dentro. Dentro corre el aire. Ahora podría hablarles de lo mucho que me gustaban estas chicas o de lo mucho que disfruto esta actuación, cosas en las que, lo sé, contaría con su solidaridad. O también les podría hablar de lo mucho que me gusta ahora mismo el nuevo disco de esta otra, pero ustedes, gente con un gusto musical refinado, me dirían que eso es producto perecedero, banda sonora de un fin de semana, dos a lo sumo. Y, claro, tendrían razón. Siempre tienen razón. También podríamos rememorar alguna que otra relación amorosa. Pero total, ¿para qué? A estas alturas ya sé que es todo mentira. Ustedes también. Ayer sonó la alarma del móvil, me avisaba del cumpleaños de una antigua amante. Le envié unos bombones. Por la tarde llamó y propuso quedar el domingo, para cenar y eso. Esta mañana ha vuelto a saltar la alarma del móvil. Otro cumpleaños. Más bombones. Más domingos. Todo mentira. Mentira cochina. Qué les voy a contar que no sepan. A estas alturas ustedes son ya conscientes de que se encuentran ante un caso de infantilismo de manual, ante un enorme contenedor de tardoadolescencias y peterpanismos. Sí, ¿no? Es eso, ¿no? Pues muy bien. Yo aquí metiéndome los dedos en la garganta y así me lo pagan. Muy bien. Muy pero que muy bien.
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