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La noche de autos perdí el teléfono, di por hecho que de manera irrecuperable. Esta mañana mi anfitrión ha recibido una llamada de Eva. Me la ha pasado. Mi hermana me dice que me ha llamado al móvil y que se lo ha cogido una chica que se ha referido a mí como "Houdini". Me ha preguntado por qué, y le he dicho que no lo sé. Parece que se me cayó en su habitación, ya sabía yo que me dejaba algo. Por otra parte, la verdad es que no sé cómo no se me ocurrió llamarme. Al tiempo que convoco hecatombes me empeño en obviar las opciones más elementales. En fin, que la he llamado -me he llamado- y he quedado con ella en un café del centro. Es elegante, es alegre, parece buena persona y conjuga verbos como una campeona. Me ha dicho que como escapista soy un asco, y también que la pillo por los pelos ya que esta misma tarde coge un avión hacia su León natal. No llevábamos ni cinco minutos hablando, pero me ha dado por pedirle que no cogiese ese vuelo, que se quedase conmigo en Barcelona, que podría cocinarle guisos marineros y relatarle historias de corsarios repletas de personajes de inconcebible valentía. Me ha mirado como si estuviera loco, y antes de irse se ha reído otras tres veces. Me ha dicho que ha grabado en mi agenda su número de teléfono. Hemos quedado en llamarnos. No recuerdo su nombre.