domingo, junio 10, 2007

No vale reírse de los solos

Abro los ojos y veo la espalda de Ruth. Tiene un brazo situado bajo la almohada y el otro cae fuera de la sábana, apretando ésta contra su cuerpo. Me alegro de tener la manía, una de las manías, de no utilizar ropa de cama que no sea negra, tan magnífica me resulta la combinación de colores que conforman la almohada y su cabello oscuro, la sábana y su cuerpo bronceado. Estimo posible que sea eso y no otra cosa el origen de la manía.
Entonces, no sé muy bien por qué, recuerdo un bloc de post-its en diferentes tonos pastel que me regalaron hace años y que durante un tiempo utilicé a diario para dejarme notas en la mesilla, notas que rellenaba al acostarme y releía al despertar. Tareas a completar el día siguiente, recordatorios, ideas apenas aprehendidas y otros asuntos de similar pelaje. Llamar a fulanito, reunión con menganito, comprar un transformador. Hasta que un día desperté y descubrí horrorizado un post-it en el que se leía un escueto "Huye". Nada paranomal, era mi letra. "Huye". Por supuesto, no volví a utilizarlos, que no parece apropiado para un adulto sano el mantener comunicación epistolar con su subconsciente.
Ruth despierta y se gira. Tiene mala cara. Ayer se nos fue la mano. Teníamos muchas cosas pendientes de no-celebrar. Sin más preámbulos, en frío, pregunta:
- Oye, ¿tú alguna vez me echas de menos?
Pienso "no, a tí no". Pienso "huye". Pienso muchas cosas, pero finalmente me limito a decirle:
- ¿Sabes qué te quedan muy bien las sábanas negras?
Sonríe.
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