viernes, junio 15, 2007

Dejadme tranquilo. Yo no puedo solucionar nada, dejadme tranquilo

Ya estaba despierto cuando ha sonado el teléfono. El tipo gris, el de lo de Brooklyn. Dice que le disculpe el acoso, pero que tiene instrucciones de no aceptar un no por respuesta. Ha triplicado la oferta, e incluso ha apelado a mi patriotismo. He estado por decirle que en realidad mis documentos dicen que soy suizo, pero, total, para qué, iba a dar igual, es de esas personas que hablan solas. Hemos quedado en volver a hablar la semana que viene. He bajado a desayunar y la camarera me ha dicho que estoy muy feo y que debería afeitarme. Es verdad, ha rematado una clienta. He cogido una mesa y mientras leía el periódico he tratado de adivinarme el precio, dicen que todos tenemos uno. He llegado a la conclusión de que el mío seguro que es barato, y que el problema reside más bien en que no acabo de saber qué es lo que vendo. He subido y me he afeitado. Luego he estado comiendo con alguien a quien hacía tiempo que no veía. Hemos hablado del culo de las estrellas del porno, de Scarlett Johansson y de los inviernos baleares. Más tarde he tratado de cambiar mi vuelo, pero no he podido, así que salgo a las siete. He quedado con estos en el bar, y la novia de Sebas me ha regañado por afeitarme, dice que antes estaba mejor. Al rato se han ido. Se ha hecho de noche. He estado con JM hasta las seis, y nos hemos metido cuatro millones de rayas.
Y no he vuelto a pensar en tí hasta que he llegado a casa.
Y ya no he podido dormir como siempre me pasa.
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