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- ¡Hola!
Ha comenzado a barrer y a limpiar el polvo, y al poco me ha dicho que a ella los gays no le caen mal, para nada, que de hecho le caen fenomenal, y que además su hija tiene un amigo que es gay. Definitivamente, alguien estaba allí dando por hecho algo que no debía.
- Me pasa como con los negros. Hay gente que no los traga, pero a mí me caen bien. Entre usted y yo, prefiero a los blancos, claro. Pero un puñadito de negros aquí y allí no le hacen daño a nadie.
Luego ha ido a la cocina y me ha preparado un vaso de leche con no sé qué, un mejunje de color marrón que sabía a rayos.
- Tómeselo, verá como se siente mejor. Ya ve, ustedes son personas muy sensibles y, claro, enferman más a menudo que los hombres normales. Bueno, no quiero decir que no sean normales. Usted ya me entiende.
Ha acabado de hacer sus cosas y se ha ido. Me dolían demasiado los ojos como para leer, así que he apagado la televisión y me he tumbado. He cerrado los ojos. Me he imaginado a Paris Hilton escalando la estatua de la libertad. He imaginado a Laura Bush lanzándose a un lago helado para salvar a unos niños con patines. He imaginado a Charles Aznavour gritando "soy inocente, soy inocente". He imaginado a la señora racista preparándole un estofado a la alegre leonesa. Me he quedado dormido.