viernes, mayo 04, 2007

Juro que no recuerdo su nombre, mas moriré llamándola María

No sé si estarán ustedes casados o solteros, si vivirán en pareja o sólos como un astronauta. Habrá de todo, digo yo. Y además da igual. Porque lo que yo hoy quiero pedirles, a los unos y los otros, es que dejen ya de hacerse esas preguntas tan estúpidas, atajo de infelices. No, no existen las medias naranjas ni existe la persona ideal ni nada que se parezca al amor eterno. El amor tiene de imperecedero lo que una manzana y de extraordinario lo que una gripe. La atracción, sea ésta física o intelectual, nada tiene que ver con magias o hechizos, sino con procesos químicos aderezados por genéticas y empirismos. Y como tal, nace con una fecha de caducidad impresa en el dorso del envase.
- No, pero es que mis abuelos llevan sesenta años casados y se quieren como el primer día.
¿Recuerdas ese brillo que viste el pasado martes en los ojos de tu abuela? Acababa de soñar que estrangulaba a tu abuelo con la gomilla del camisón.
- No, pero es que mis padres llevan juntos treinta años y no dejan de besarse.
Cuando estás delante. Cuando te vas se atizan con la escobilla del baño y fantasean con echarse matarratas en el café.
- No, pero es que soy incapaz de pensar en otra cosa que no sea ella.
Fascinante. Asombroso. ¿Te has fijado en que llevas un calcetín de cada color?
- No, pero es que yo no sé lo que sería mi vida sin ella.
¿No crees que deberías comenzar a disfrutar de otro cine?
- No, pero es que a su lado yo me siento completo.
¿Completo? Si en nuestra naturaleza estuviese el vivir emparejados naceríamos con dos cabezas.
Y lo siento, ahora he de dejarles, que aquí hay una señorita que me pide que le ayude a doblar unas sábanas.
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