17:00
Abro el armario para coger una aspirina y caigo en la cuenta de que en las últimas dos semanas tan sólo conozco dos estados: borracho o de resaca. Comienzo a preocuparme seriamente por mi salud, por lo que llamo a Sebas para hablar del tema. Quedamos. En un bar.
18:00
Sebas me enseña unos bocetos y de paso me vuelve a demostrar que si se pretende trazar una linea recta es preferible contar con un sólo punto a contar con dos. Luego una niña de la mesa de al lado se levanta y me pide un autógrafo. Al principio pienso que me está vacilando, pero quizás tan sólo me confunde con otro.
19:00
Aparece JM en el bar, con gesto preocupado. Dice que ha tenido con su novia la gran pelea, y que ella se ha ido. Que ahora no le coge el teléfono. Llama. "Veis, no lo coge".
22:00
Zorra, mentirosa, guarra. La conversación queda monopolizada por el rosario de epítetos descalificativos que JM le dedica a su novia. También construye numerosas frases que se inician con un "no volveré a". Voy hasta la barra a pagar.
- ¿Cuántas cervezas han sido?
- Cuarenta y cinco.
Pago. Nos vamos a otro bar.
00:00
- Oye, ¿aquella no es...?
- No, no es.
02:00
Sebas se va - "ya no me cabe más" - y JM hace la enésima llamada con su móvil. Esta vez, en cambio, sí se lo cogen, y abandona el infernal club donde hoy, qué mala suerte, pinchan acid-jazz, mientras dice "cariño, perdóname, no volveré a...".
02:30
JM no vuelve. Me jode irme porque acabo de pedir otra copa. Unos metros más allá una morena alza la suya, como lanzándome un brindis. Es mona, pero el asunto todo él me da tantísima pereza que me pongo la chaqueta, dejo la copa y salgo del bar. Busco un taxi.
03:00
No hay taxis. Los pocos que hay libres me los quitan, como siempre. Soledad. Frío. Ganas de mear. Echo a andar.
03:15
Tras quince minutos caminando me doy cuenta de que voy en la dirección contraria, y no sólo en lo metafórico. Me detengo en medio de una calle desierta y exclamo: "¡me cago en Dios!". Veo que estoy junto a una tienda de deportes donde están las zapatillas que me acabo de comprar, y me acerco, por esa suerte de masoquismo consistente en comprar algo y luego intentar encontrarlo más barato. La tienda es de esas que tienen el cristal delante del cierre metálico, por lo que al acercarme no lo veo y le meto un cabezazo tan descomunal que incluso hace saltar la alarma. Me parto de risa. Me acerco al cristal, por comprobar si lo he roto, y entonces distingo mi imagen reflejada en el escaparate. ¿Con quién coño me confundiría aquella cría?
lunes, abril 09, 2007
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