Es ni más ni menos que Francis Ford Coppola quien se acerca a mi mesa y ante mis ojos sostiene una botella de vino.
- Aquí tiene, caballero, su Cabernet Sauvignon del año noventa y sie..
- ¿Disculpe?
- La botella de vino que pidió, señor, un Cabernet Sauv...
Entonces noto una mano que me toca el hombro, y me giro. Desaparece de inmediato la mesa en la que estoy sentado y en su lugar aparece un inodoro, el cual rodeo con mis brazos. Alzo la vista. Veo a alguien que, creo, conozco. Lleva puesta una de mis camisetas.
- No me digas que has dormido aquí. Tenemos que ducharnos.
- ¿Eh?
- Que tenemos que ducharnos.
Me incorporo. Salgo del baño. Me siento en el pasillo. Dios, qué dolor de cabeza. Entra una, se ducha, sale envuelta en una toalla y se mete en mi habitación. Después entra la otra. Al rato asoma la cabeza por la puerta del baño y me pregunta si tengo más toallas.
- Es que sólo hay una toalla pequeña. Pero si no tienes no importa...
Me levanto, entro en la habitación, abro el baúl y saco otro juego. Se lo doy. Al rato sale envuelta en la toalla, andando de puntillas. Luego entro yo. Me ducho. Me seco con la camisa que llevaba puesta. Tras vestirme nos vamos a desayunar a una cafetería cercana.
- He visto en tu baño un libro de Sloterdijk. Este año nos han hablado de él en clase de...
- ¿Cómo? ¿Clase? ¿Tú estudias?
- Sí, filosofía.
- Vaya. ¿Y tú también estudias?
- Sí, también filosofía. ¿Tú no estudias?
- No. O sea, ya no.
- ¿Ya acabaste?
- Esto. Sí. Acabé. Hace un tiempo.
- No me digas. ¿Y qué edad tienes? ¿27?
- No.
- ¿28?
- No.
- ¿29?
- No.
- ¿¿30??
- Yo me voy a pedir otro café, ¿os pido algo?
jueves, marzo 29, 2007
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