He llegado a casa y he visto a Diana sentada en el sofá, las piernas abrazadas, las rodillas en el pecho, y mirando la televisión aunque sin prestar la menor atención a los canales que iban sucediéndose fruto de su errático golpear en la botonera del mando a distancia. Dios, ¿cómo puede haberse enterado tan pronto?, he pensado, y el pánico no ha remitido hasta que me ha confesado que el motivo de su pesar no era yo y mi circunstancia, sino una bronca recién mantenida con su buena amiga Araceli. Ha intentado detallarme los pormenores de la disputa pero le han salido apenas un puñado de reproches inconexos rematados en un llanto que no he tenido más remedio que abrazar. Lo que parecía producirle un mayor pesar es que en el calor de la discusión su amiga ha llegado a decirle algo así como "claro, para tí es muy fácil decir eso, tú que lo tienes todo", algo que Diana me contestaba, como haciéndome partícipe de la autoría de tal frase, con un apenadísimo "¿acaso ahora tengo que pedir perdón por las cosas que he conseguido, acaso tengo que disculparme por tener un rostro bonito, acaso debo ahora fingir que no disfruto con las cosas que disfruto?".
Y, vaya por Dios, que resulta que este post se me acaba de escoñar en lo que he ido a cambiar de párrafo, ahora que me aprestaba a dejarles una sesuda reflexión sobre la necesidad insoslayable de aletargar el genio para ser capaces de mimetizarnos con el entorno, o sobre la conveniencia puntual de fingir y limitarnos a gozar en silencio según qué pequeñas victorias para no provocar un agravio comparativo en la más o menos sinuosa autoestima de aquellos que nos rodean. Sí, a la mierda todo, porque resulta que acaba de telefonear la tal Araceli y han acabado las dos amigas, como era de esperar, enfrascadas en una cháchara melosísima en la que se repetían mil veces expresiones como "perdón, perdón" y "nunca más, nunca más" y "yo también te quiero". Y, claro, ahora ya no tiene sentido teorizar sobre el concepto "la comunidad: interacción entre sus miembros" cuando de lo que de verdad va la vaina es de la necesidad de meterle de cuando en cuando un dedo en el ojo al vecino, para que no se olvide de que estamos ahí. Y, en fin, que me veo obligado a dejarles en este punto, hoy están de suerte, ya que resulta que a la señorita que hace apenas unos minutos navegaba en la miseria y que ahora flota en nubes de amistad imperecedera le apetece salir a celebrarlo, y me grita desde el aseo que se pinta en un minuto y nos vamos, y que vaya apagando la música, y que ¡qué bien, qué bien!. Así que nada, que eso, que luego les veo.
Fotografía de Deconstructed Beauty.
miércoles, octubre 11, 2006
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