domingo, septiembre 24, 2006

Egocentrias dominicales de un infraser atribulado

Hoy he salido temprano de casa, a pasear con Diana la astenia otoñal y a comprobar si es verdad eso que cuentan de los Domingos por la mañana. En un momento dado ha tomado mi mano y la ha manejado con pericia hasta colocarla en su cadera, mi brazo por tanto rodeando su cintura. Hemos caminado así unos pasos, despacito, con el sol de la mañana encendiendo nuestras mejillas, los árboles saludando nuestro paso y los edificios devolviéndonos una sonrisa, todo precioso, y al poco he comenzado a sentir un dolor en las lumbares y que las articulaciones se me secaban y como que me florecían achaques hasta en los sobacos. Así que he fingido que resbalaba con algo y con el balanceo me he soltado. He comenzado a preguntarme cómo demonios se llamará eso que padezco que me hace alcanzar en ocasiones tal grado de estulticia, y al poco hemos doblado una esquina y allí me he topado con una amante pija que tuve hace mil años y a quien apenas recordaba puesto que entró en mi vida de forma fugaz en una época en la que el otro tendía a dejarme poca huella, quizá por exceso de estímulos. Se había echado encima unos kilos y el peinado lo llevaba diferente, más contenido, más maduro. Lo que más me ha llegado de la escena ha sido sin embargo la presencia de una cría de unos seis o siete años subida en una bici. Al verla, de repente me ha dado el punto de que esa niña era mía, mi hija, lo que resultaba una soberana gilipollez puesto que hace no menos de quince años que dejé de verme con su madre. Pero en ese momento no he caído, ya les digo que los Domingos por la mañana no son lo mío. He sentido entonces una mezcla imposible de pánico y ternura que casi consigue que se me salten los pulsos, y a continuación, el ritmo cardiaco acelerado, he devuelto de forma voluntaria mi brazo a esa cintura que hace tan sólo unos segundos tanto me angustiaba. Nos hemos cruzado unas palabras, todo muy frío y protocolario, y nos hemos despedido. Al rato me he vuelto hacia Diana y le he dicho que sigo sin saber cómo se llama eso que me pasa, pero que seguro que empieza por 'ego', y ella ha puesto cara de extrañeza y después me ha preguntado si me apetecía un bollo de esos de manzana y crema, que ahí a la vuelta hay un sitio donde los hacen riquísimos.

Eso de la foto, que para variar no viene a cuento, es exactamente lo que parece, y dispone además de conexión bluetooth.
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