miércoles, agosto 09, 2006

Prêt-à-porter

Me apoyé en la barandilla de la terraza sujetando mi copa con ambas manos mientras Diana se dejaba caer en la tumbona y continuaba la frívola conversación, de las de ir pasando el rato, que nos había ocupado la segunda mitad de la cena. El tema en cuestión era la importancia social de aquel grupo de top models que dominaron las revistas de finales de los 80 y primeros 90. Mientras Diana hablaba yo me limitaba a intercalar interjecciones neutras, dejando la conversación agonizar, convertida ya en monólogo. Miré entonces un poco hacia mi derecha, un poco hacia abajo, hacia una ventana de la que salía luz. Dentro había una muchacha que con aire ausente comenzaba a desvestirse. Era una muchacha poco atractiva, el esqueleto grande, los ojos demasiado juntos sobre una nariz inconveniente, el peinado fallido. Ajena a mi mirada se quitó los pantalones vaqueros y la camiseta blanca de tirantes, parecía tararear una canción, y una vez quedó en ropa interior reparó por vez primera en mi presencia. Su gesto se colmó de pánico, cruzó los brazos sobre su pecho, y de un salto se alejó de la ventana. Sonreí. En ese momento Diana estaba comentando que le parecía fenomenal que las niñas de aquellos años quisiesen parecerse a las top models, que le parecían un buen ejemplo ya que, aunque insolentes y malcriadas, eran también mujeres que dominaban su mundo, agresivas, implacables y que de ninguna forma estaban dispuestas a limitarse a actuar como marionetas. Entonces, para mi sorpresa, la muchacha de la ventana volvió y comenzó a actuar como si no supiese que yo estaba allí, continuando el ritual que mi presencia había suspendido. Con gran destreza se desabrochó el sujetador y lo dejó caer extendiendo los brazos al frente. Luego se agachó y con un simple juego de pulgares se despojó de sus bragas. Miré la marca que en su cintura había dejado el pantalón vaquero, y también esa otra, está parecía una cicatriz, que entre sus pechos había dejado el sujetador. Después alcé la vista hacia su rostro y pude ver con claridad un par de lágrimas resbalando por sus mejillas. Tomé una gran bocanada de aire y lo fui expulsando muy despacio, sintiendo el aire deslizarse entre mis labios, como queriendo edificar con él un parapeto que dejase mi mundo a salvo de aquel otro que se encerraba en aquellos pechos pequeños, en aquellas lágrimas, en la luz de aquella ventana. Me giré entonces hacia Diana y le dije "¿sabías que tras su gran escándalo Kate Moss es ahora la modelo mejor pagada del mundo? Creo que me parece bien", y un poco más tarde, dormido, soñé que me asomaba a un balcón y gritaba a los transeúntes "fuego! fuego!", y éstos me miraban, dándose codazos los unos a los otros, sin poder parar de reír.

Fotografía de Frank Herlet.
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