jueves, agosto 24, 2006

But something you said set the house ablaze!


Vaya por delante que uno se había acostado como a las siete de la mañana, por lo que a las once, el paladar alfombrado y la mirada varicosa, es posible que mi percepción estuviese un tanto desenfocada. Pero así es como lo recuerdo, y por lo tanto así ES como ES.

No había recorrido ni cuarenta metros y en mis oídos aún resonaba de la noche anterior el 'Crazy' de Gnarls Barkley, tiene guasa la cosa, cuando comenzó a aproximarse un chalado a las diez dedicándome el gesto de la gallina, situando las palmas cóncavas bajo los sobacos, con mirada desafiante y acompañando la actuación con unos bfff bfff que salían de su boca acompañados de esputos y otras babosidades. He llegado a pensar que se me iba a abalanzar y en mi memoria ha deflagrado el recuerdo de mi juventud futbolera, de cuando uno era fino en las maneras y elegante en el toque, a la vez que un auténtico desgraciado para con el rival. Era de los que en los corners agarraba y en las afrentas escupía. Por supuesto que no se me ha pasado por la mente escupir a aquel zumbado, pero algo ha debido él adivinar en mi mirada, que se ha echado las manos a la cara y ha reculado unos metros. Unos transeúntes que pasaban a nuestro lado me han lanzado entonces una mirada acusadora, ante lo que he levantado los brazos en gesto de eh, que yo no le he tocado. No me ha faltado más que describir con las manos una circunferencia, aquello de he ido al balón. He seguido caminando.

Apenas veinte metros más allá me he cruzado con un par de crías, lo suficientemente jovenes como para no considerar ridículo sino identificativo el lucir ambas exactamente el mismo aspecto: chanclas veraniegas de mínima tira negra, minifalda vaquera más mínima aún y camiseta negra de hombreras. Su aspecto resultaba ciertamente alimenticio para el ojo de un servidor, para qué mentirles, pero aún así les he perdido de vista un momento y entonces una de ellas, la más bajita, ha aprovechado para echárseme encima y robarme un beso, un piquito adolescente, travieso y esquinado. Luego han echado a correr, más huyendo de su travesura que del sujeto pasivo de la misma, pero tras tan sólo un par de zancadas a una de ellas se le ha desmembrado el frugal calzado, lo ha recogido del suelo, ha puesto cara de fastidio, le ha dicho a su amiga un "joder, mira, tía", y se han quedado allí paradas sin prestarme la menor atención, obviando soberanamente el incidente previo. Me he sentido simple atrezzo. Utilizado. Se me ha pasado rápido. He seguido mi camino.

Ya bien cerca de mi destino he pasado junto a un local donde habitualmente hacen castings para anuncios y películas, y books para modelos, y cosas así. Al parecer estaban eligiendo dobles de famosos para no se qué programa de la tele. En la puerta había un Edward G. Robinson que departía de forma amigable con un Enrique Iglesias y una Hillary Clinton. Hablaban de lo mucho que han subido este año los precios de las verduras. "Especialmente los tomates", sentenciaba la Clinton. Un poco más allá, al doblar la esquina, se me han acercado el señor y la señora Ropper y me han preguntado por una calle cuyo nombre desconozco, así que les he dicho "no sé, pero supongo que vais al casting de aquí a la vuelta", y ellos entonces han preguntado "¿qué casting?", y he comenzado a reir a carcajadas, y ellos me han mirado como si estuviese loco, y luego han dicho "vámonos, que éste está borracho", y he contestado entre risas "coño, pues claro, si no de qué".

Fotografía de Gregory Crewdson.
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