miércoles, julio 26, 2006
Resbalando en lo blando del tiempo
Hubo un tiempo en que, como dicen los antiguos, me estuve viendo con una adorable señorita de ojos verdes, alguien a quien mis progenitores detestaban con locura, lo que me hizo pensar que bien podría acabar siendo la mujer de mi vida. Sin embargo aquello acabó, y acabó mal, como acaba todo lo que dura demasiado. Vale, de acuerdo, excepto Los Soprano. El caso es que tras finiquitar nuestra relación apenas nos hemos visto un par de veces en ya unos cuantos años, en actos organizados por algún amigo común, y los encuentros han sido siempre extremadamente fríos. Algo que contrasta con la curiosa relación SMS que mantenemos, ya que cada cierto tiempo, a veces pasan tres semanas, a veces seis meses, nos cruzamos una corta serie de mensajes telefónicos escritos que gozan siempre de un denominador común: es imposible saber de dónde vienen y hacia donde pretenden dirigirse, puro surrealismo. Así, hoy nos hemos cruzado esto, tras unos cuatro o cinco meses de silencio:
(ella) Si fueses a una boda y cinco minutos antes de celebrarse te agarrase la novia, te llevase a un aparte y te pidiese sexo rápido, ¿qué harías? Ojo, el novio no es amigo tuyo.
(yo) No sé, ¿llamar a los bomberos? ¿Te ha pasado?
(ella) Sí, y acepté. La novia estaba bastante buena.
(yo) Vaya. ¿Estuvo bien?
Y ahí acabaron los mensajes. En otra ocasión me pedía que eligiese una pareja de poker entre Ernest Borgnine y Jürgen Habermas, y en otra se mostraba preocupada por el enorme parecido entre su tío Antonio y un nuevo camarero del Starbucks de la calle Juan Bravo. Y yo me quedo siempre dandole vueltas a lo que me dice, y me enredo en buscarle dobles sentidos que nunca encuentro, y me cuestiono si lo que sucede es que lo está pasando mal por algo, una desgracia, un desengaño, un sopor, algo, y me pregunto si debería llamarle. Pero nunca lo hago porque, en fin, supongo que no, que no sucede nada. Porque en la vida casi nunca sucede nada. La vida es en su mayor parte un discurrir de días y más días en los que no pasa nada. Ni bueno ni malo, ni aburrido ni interesante, nada. Nada de nada. Elijo a Ernest Borgnine.
Fotografía de Tiziano Magni.
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