lunes, junio 12, 2006

Soul


Sam Moore, poseedor de una voz volcanica y la kamikaze personalidad de tantas estrellas negras de los sesenta y setenta, tan sobradas de ilusión como carentes de cultura, tan inocentes, tan manipulables, clamaba junto a su amigo Dave Prater I'm a soul man, y juntos lograron en un momento dado exprimir hasta el tuétano a la gran estrella del soul de aquellos días, Otis Redding, quien tras tocar con ellos en una serie de 37 conciertos organizados por su agente dijo "estos hijos de puta me están matando, no me volvais a meter en el mismo programa jamás".

A Diana le gusta que le hable de Sam & Dave, y de James Carr, y de Wilson Pickett, y de Esther Phillips. Cada día cuando salgo agarra mis discos de soul y los escucha, y lo hace más por empatía que por disfrute, más por profundizar en mis aficiones que por genuino interés. No me digan que no es precioso. Cuando vuelvo, me anuncia sus progresos de forma titubeante pero decidida, y me inquiere por pequeños detalles, de los artistas, de las grabaciones, de sus vidas. Ayer surgió el nombre de Sam Moore, y yo de forma instintiva recité una formación con la que grabó en solitario, ya sin Dave a su lado: Eric Gale y Cornell Dupree, guitarristas, Bernard Purdie batería, Chuck Rainey bajo, con Donny Hathaway y Aretha Franklin a los teclados y King Curtis en los controles. La crema del soul neoyorquino. Diana abrió mucho los ojos y asombrada preguntó cómo había sido capaz de memorizar aquellos nombres. No me acuerdo, respondí.

A Sam Moore le dijo alguien hace unos años que se habían encontrado las cintas originales del disco que grabó en solitario con King Curtis, cintas que, se pensaba, habían desaparecido en un incendio, y él respondió ¿Qué disco?, sin demasiada convicción, sabedor de los efectos que causaba el cóctel de alcohol y drogas que se desayunaban en los 70 tanto él como Dave, quien incluso llegaría a ser encarcelado por intentar vender crack a un policía vestido de paisano. "¿En serio grabé un disco? No me acuerdo", contestó. Pero, no sé, yo pienso que quizás tan sólo se hacía el olvidadizo, que quizás sabía bien que a menudo hay recuerdos que es mucho mejor no compartir. Como el de esos Gale, Dupree, Purdie, Rainey, Hathaway, Aretha y Curtis escritos en una espalda desnuda por mi dedo juguetón mientras una voz de caramelo me recita la contraportada de un amarillento disco de soul, banda sonora de una noche de manos traviesas y sonrisas cómplices hoy tan lejana como difícil de olvidar.

Fotografía de Eugeny Kozhevnikov, via Exigeant.
blog comments powered by Disqus