viernes, mayo 19, 2006

Interrumpiendo mi tren de pensamientos

Hoy me sentía raro, no sé, como que tenía las meninges a rebosar, así que he decidido tomarme un día de vacaciones de mí mismo. He cogido un libro de relatos cortos de Carver que tenía a mano, que siempre mola leer las desgracias de los demás y además es liviano, he cargado el mp3 con el '154' de Wire para ir tarareando aquello de "interrupting my train of thought", y me he lanzado a las calles a paladear un puñadito de esas anatomías rotundas que tan de moda están y que tan malo le ponen a uno. Mis pasos, iniciados sin rumbo prefijado, me han conducido hasta mi café favorito, que no es que sea la pera limonera en cuanto a decoración o selección musical, pero que cuenta en plantilla con tres o cuatro mulatitas que ganas le dan a uno de ponerse de rodillas y dar gracias al cielo por el inabarcable crisol de razas y colores existente en nuestro mundo. Una de las mulatas, que me tiene en alta estima y además es cubana, me ha traído mi café y se ha sentado a mi lado a comentarme que el pasado domingo conoció a un ferrarista.

"El tipo iba todito vestido de rojo y encima me pide un Martini, ¿te lo puedes creer?. Luego va y mientras está leyendo el periódico no hace otra cosa que maldecir, puta Renault, puta Renault. Claro, no tuve más remedio que llamarle la atención, ¿sabes?. Le dije que aquí hay señoritas a las que no les gusta oir palabras así, y le dije que esto es un sitio fino. El tipo se puso colorado, colorado qué gracia, y pidió disculpas, ni un problema. Pero, ¿sabes?, la verdad es que tampoco maldecía tan alto mi molestaba a nadie, qué va, a mí lo que de verdad me molestaba era que se metiese así sin venir a cuento con la marca de mi coche. Porque yo tengo un Clio, ¿lo sabías?. Un coche que me ha salido divino, y que no me ha dado ni un problema, ni en ciudad ni en carretera, y que, de verdad, consume poquísimo. ¿Tú has tenido alguna vez un Renault?".

Y siguió hablando, y yo asentía y me sonreía, un poco en plan chulito, mientras en mi interior, ajeno a la peripecia, trataba de adivinar el cómo habría podido meterse aquella magnífica hembra en un pantalón tan ajustado y el por qué el escuchar tal cúmulo de estupideces saliendo de la boca de la mulata me estaba poniendo tan cachondísimo.

Fotografía de Miles Aldridge.
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