Me llevó a su casa, y tras pasar junto a la habitación de su hermana, de donde salía una música infame a volumen excesivo, entramos en la suya y me dijo: "es ahí". No, no se me asusten, que no les voy a distraer con una de esas cochinaditas que de cuando en cuando les arrojo, que esta vez estoy hablando de mis catorce años, cuando el instinto predador resistía agazapado en estado latente. Vamos, que no les voy a soltar un rollo genital sino analógico. Porque estamos de acuerdo en que lo contrario de lo analógico no es lo digital, sino lo genital, ¿verdad? Bueno, yo sigo. Ella dijo: "es ahí", señalando la escena del crimen, una doble platina marca AIWA con sistema Dolby de última generación y botones grandes como manzanas, todos negros menos el de grabar, que era rojo, como mandan los cánones, y con un botón para el play y otro para el pause, que entonces aún no se llevaba lo de ahorrar en menudencias. Me había dicho "tú que sabes de música, a ver si lo puedes arreglar", y lo que había que arreglar era nada menos que una cinta que se había enrrollado en el cabezal del aparato. Comencé por abrir la tapa y soplar, que queda siempre muy elegante, y le dije que me trajese un cuchillo, pero de poco filo, que no queríamos que la cinta sufriese. Me trajo uno de pescado y asentí: "espléndido", y luego le dije que sujetase con mucha suavidad de ambos extremos de la cinta y que, a mi orden, tirase con suavidad. Introduje el cuchillo en el cabezal, y la cinta quedó liberada de su ratonera. Ella suspiró de alivio pero le tuve que decir que aún no había que cantar victoria, que había una sección excesivamente dañada que amenazaba con volver a enrrollarse, y que habría por tanto que extirparla, y que en todo caso debíamos en primer lugar de cambiarle la carcasa ya que ésta ejercía una excesiva presión sobre las bobinas, que no giraban con comodidad, facilitando la avería. Avisté entonces sobre la estantería una BASF virgen tipo C-90 y le dije que me la alcanzase, y sacando un destornillador de estrella la destripé con exquisita precisión. Ella al ver su interior dijo "ooh", y yo, crecido, le solicité que sujetase el plastiquillo de dos agujeritos transparente, que lo íbamos a necesitar, y después con un par de movimientos de gran pericia sujeté las bobinas de la cinta original, que había abierto anteriormente con mucha menos delicadeza (¿por qué las originales iban pegadas y no atornilladas?), y las trasladé a la BASF, donde procedí a girar las ruedas hasta dejar la doble pista en el sitio adecuado, para luego permitir a la chavala que devolviese a su sitio el plastiquillo inutil, hazlo tú, para que se sintiese partícipe del éxito de la operación, por profundizar en la socialización del momento. Después hubo tan sólo que alinear la tapa superior, cerrar y atornillar. La muchacha estaba realmente fascinada y su cara adquirió un tono definitivamente entregado cuando le dije: "ahora traeme unas tijeras y esmalte de uñas". Corté entonces la zona dañada, y apliqué el esmalte sobre uno de los extremos seccionados para después con una ligera presión montarlo sobre el otro. "Ahora hay que dejarlo secar unas horas y mañana habrá recuperado su funcionalidad". Ella, alucinada, me preguntó cómo había aprendido a hacer aquello, y yo le dije que eso era una larga historia. Aunque ya sabemos todos que a esas edades aún no existen las historias largas.
* Moraleja número uno: aprende a hacer muchas cosas por tontas que parezcan, que siempre puede haber cerca una damisela en apuros.
* Moraleja número dos: no te alegres demasiado de tu pericia en una labor determinada, porque es posible que en unos años no te sirva absolutamente para nada.
* Corolario: si eres demasiado joven y no has entendido nada de lo que he dicho, visita en la wikipedia los términos cassette y analógico.
La imagen pertenece a este museo de la boombox.
viernes, marzo 03, 2006
blog comments powered by Disqus
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)