Ayer oí a alguien hablar de Deleuze, y pensé en Proust, y...
"Fabricio, que quiere, que cree amar a Beatriz para siempre, piensa que lo mismo quiso, que lo mismo creyó cuando amaba, por seis meses, a Hipólita, a Bárbara o a Clelia. Y procura encontrar en las cualidades reales de Beatriz una razón para creer que, terminada su pasión, seguirá yendo a su casa, pues la idea de que un día vivirá sin verla es incompatible con un sentimiento que tiene la ilusión de su eternidad. Por otra parte, egoista sagaz, no quisiera entregarse así, por entero, con sus pensamientos, sus actos, sus intenciones de cada minuto y sus proyectos para toda la vida, a la compañera de sólo algunas de sus horas. Beatriz es muy inteligente y tiene buen juicio: "Qué bien, cuando haya dejado de amarla, me sentiré charlando con ella de las otras, de ella misma, de mi difunto amor por ella..." (que así reviviría, convertido, espera, en amistad más duradera). Pero, extinguida su pasión por Beatriz, permanece dos años sin ir a su casa, sin desearlo, sin sufrir por no desearlo. Un día que no tiene más remedio que ir a verla, reniega y sólo está con ella diez minutos. Es que piensa noche y día en Giulia, singularmente desprovista de inteligencia, pero que tiene una cabellera clara que huele a hierba fina y tiene unos ojos inocentes como dos flores".
Texto de Marcel Proust, incluído en 'Los placeres y los días', 1896.
jueves, febrero 23, 2006
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