Hoy he entrado en el baño, y al mirar hacia el agujero que hay en el murito donde se apoya la bañera he visto una mano que al notar que la luz se encendía ha desaparecido haciendo un ruido muy leve, como de papeles arrugándose. Ese agujero, del tamaño de un libro, lleva ahí bastante tiempo porque hace unos dos años se rompió una tubería, y el agua comenzó a calar el piso de abajo, y el fontanero se vió obligado a romper un azulejo para acceder a la avería. Siempre que me cojo unos días de vacaciones me propongo arreglarlo, y coger otro azulejo y tapar el hueco, pero al final nunca lo hago, como me ocurre con tantas otras cosas. Así que ahora cuando entro en el baño miro siempre durante unos instantes la negrura de aquel huequecito, que queda justo enfrente de la taza, antes de dedicarme a revisar esas cosas que leo en el baño: versos de Gamoneda, el manifiesto comunista, cosas así. Pero hoy como decía he visto allí una mano, y he pensado que eso era imposible, y me ha dado un poco de miedo, y luego he pensado que si había una mano detrás debía haber un brazo, y me he agachado y he acercado los ojos al agujero, y me ha parecido ver un pasadizo muy largo, pero es imposible que allí haya un pasadizo muy largo porque detrás hay una pared y esa pared da a la calle. Así que he metido la mano y he ido palpando lo que allí había, que eran trozos de azulejo roto, y tierra húmeda, y una tubería fría, y al final, situada entre una llave de paso y un trozo de hierro, he dado con aquella mano, y al tocarle la palma he debido de hacerle cosquillas porque se ha cerrado atrapando mi mano entre sus dedos, que me han resultado muy calientes y muy suaves. Y después también he soñado con una fiesta de máscaras, y con un viaje en barco, y con una familia que decía ser la mía pero que no lo era. Aunque de eso ya os hablaré otro día.
Fotografía de Kevin Hundsnurscher.
domingo, febrero 05, 2006
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