jueves, mayo 10, 2007

Qué bonitas son las cosas de colores

Me aburro. Mucho. Sufro de un aburrimiento incoloro y vacío, como de alpinista retirado. En tales circunstancias otro yo se lanzaría a desmadejar los puntos cardinales y a dejarlo todo hecho un asco, a ver qué sale. Pero nada, tampoco. A éste yo le duele aquí y aquí. Me aburre el salir y beber, y me aburre no hacerlo. Me aburre el dolor y también su ausencia. Me aburren los demás tanto en el aprecio como en el desprecio. Ya ni siquiera me espolea la mirada atravesada de los que se afanan en buscarme el tropiezo. Y tampoco puedo recurrir a mis complejos, que esos están de vacaciones en un pueblo costero en temporada baja, en una gandía de problemas mal resueltos, tumbados en la playa, tomando bebidas de color rojo y riéndose de mí. Y me da igual. Me aburro. Mucho. Ahora me vendría bien un milagro, uno gordo. O un abrazo. Yo es que no sé.
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