domingo, octubre 29, 2006

Reunión de vecinos

En el orden del día tan sólo figuraba un asunto de gran calado: el ascensor, de nuevo estropeado. No nos costó nada llegar a la conclusión de que aquello suponía un tremendo engorro. Incluso el vecino del bajo estuvo de acuerdo, algo que a nadie extrañó ya que es una persona con una natural propensión a la solidaridad, y que siente las moestias que sufren los demás como si fueran propias. El problema surgió cuando pretendimos mesurar el grado de fastidio de cada cual ya que, comprendimos, un ascensor que no funciona es siempre una incomodidad relativa. Yo expuse que a quien más afectaba era a mí, ya que vivo arriba del todo, en el noveno. La señora del quinto, sin embargo, dijo que para ella era aún peor, ya que no se encuentra muy bien de salud y por ello cada escalón se le hace eterno. La señora del tercero pidió entonces la palabra y sostuvo que para ella sí que suponía un trastorno fenomenal, ya que se veía obligada a subir con su hijo pequeño en un brazo y el carrito en el otro. A continuación callamos, analizando de forma cuidadosa los diferentes grados de perjuicio a los que nos veíamos sometidos como colectivo, tratando de alcanzar el conocimiento más certero de la situación a la que nos enfrentábamos. En ese momento el poeta del sexto amable se ofreció a escribir un soneto que en cada verso recogiese los estados de ánimo de cada cual. "Muy bien", dijo la señora del carrito; "sería bonito", añadió la del quinto. Y rápidamente cambiamos de tema. Después los demás vecinos, conocedores de mi habilidad para con los números, me propusieron que idease una fórmula matemática que a través de algoritmos bisiestos, homeomorfismos y subespacios vectoriales encerrase el sentimiento global de nuestro portal, tomado como un todo. Anuncié que la tarea bien podría resultar titánica, pero aún así acepté. Todos me dieron la mano, y quedamos emplazados para estudiar la progresión del asunto la próxima semana. Ahora, cuando en las escaleras me cruzo con los vecinos -el ascensor sigue estropeado, curiosamente- todos me preguntan qué tal llevo mi fórmula y me dan ideas y también muchos ánimos. Bueno, todos menos el poeta, quien, segun me cuentan, desde la última reunión de vecinos me mira con recelo, aunque yo la verdad es que no he notado nada.

Fotografía de Roman Sluka.
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