jueves, agosto 31, 2006

Era una buena chica, la maté porque roncaba

Hace unos días acudí con Sebas a contemplar un espectáculo deportivo que, como esperábamos, resultó extremadamente soporífero. Así que, tras mofarnos de sus participantes con toda la saña que llevábamos en los bolsillos, decidimos dedicarnos a, por pasar el rato, idear el piloto de un serial televisivo, neo-surrealista, hipnótico e innovador. Desde el primer instante fuimos conscientes de nuestro principal handicap: no somos gays, lo que en tal oficio parece ser una dificultad casi insalvable. Nos propusimos además rizar el rizo negándonos a utilizar madres solteras, lesbianas de profesión diseñadora o, huelga decirlo, críos. Al rato Sebas propuso que cada capítulo se desarrollase hacia atrás en el tiempo, de tal forma que comenzase por el final y el verdadero misterio estuviese no en la resolución del enredo sino en su génesis. A mí cuando hago un brainstorming a dos la verdad es que me revienta que el otro tenga mejores ideas que yo, así que le dije que me parecía muy complicado de llevar a cabo y que mejor pensásemos en otra cosa.

Esta incursión en el género, recordé en ese momento, no sería mi debut. No, ese lo tuve hace unos años cuando un buen amigo que pintaba bastante en una puntera productora de cine me invitó a la fiesta de presentación de lo que era su última película. No pregunten qué sucedió aquella noche porque no tengo ni idea, lo que sí sé es que desperté a la mañana siguiente en una cama desconocida, desnudo, y frente a mí, desnuda también, aún dormida, se encontraba una mujer que por aquel entonces era la protagonista de un famoso serial nacional. Tras desechar el primer pensamiento que cruzó mi mente (me he dejado la tele puesta), comencé a preguntarme cómo demonios había acabado allí. No llegué a conclusión alguna. Al rato ella despertó, estábamos frente a frente, y tras dedicarme una sonrisa inocente su gesto tornó en sorpresa primero, y pánico después. No habíamos llegado aún a abrir la boca, nos limitábamos a mirarnos confundidos, cuando la puerta de la habitación se abrió y apareció el que en el citado serial actuaba como novio de su mejor amiga. Gritó: "¿no te cansas de dejarme en ridículo? ¿es que no te cansas?". En primer lugar pensé: "vaya pieza ésta, que se come al amigo de su amiga", luego caí en que estaba mezclando realidad y ficción, aunque sin saber muy bien cual era cual, y al final decidí quedarme callado ya que noté un muy probable peligro físico y no tenía yo el cuerpo para enfrentamientos. Finalmente el tipo aquel se marchó dando un portazo, ella se levantó, se puso mi camisa, y desapareció por la puerta gritando "¡espera! ¿me quieres escuchar?".

El espectáculo deportivo que contemplábamos empeoraba de forma dramática y, aburridos, nos estábamos quedando sin ideas. Así que finalmente dije: "Sebas, creo que ya lo tengo: ¿qué te parece si hacemos una serie en la que cada capítulo vaya al revés, y que el verdadero misterio esté no en el desenlace de la historia sino en su inicio?". Y Sebas respondió: "¿ves? por eso me gusta que pensemos juntos. Al final siempre acabas teniendo unas ideas cojonudas".

Fotografía de Geoffroy Demarquet.

martes, agosto 29, 2006

Ten cuidado con lo que sueñas

"No te has dignado a cogerme la mano. ¡Ni siquiera te has dignado a cogerme la mano!". El que gritaba era un tipo muy alto de unos veinticinco años, y el objeto de sus gritos era el teléfono de una de esas cabinas que no son cabinas ya que no tienen puertas ni paredes. Su cara enrojeció de ira y comenzó a golpear el teléfono contra la botonera hasta que de un tirón se quedó con el aparato en la mano, el cable colgando. Una mujer de avanzada edad que pasaba en ese momento a su lado le recriminó "será vándalo... ¿qué ejemplo está usted dando a los niños?". Dirigió su mirada hació un banco cercano desde donde, sentados, le miraban unos chavales. Luego echó un vistazo a la mujer que le increpaba, y después al teléfono que había en su mano. Entonces se sentó en el suelo y se llevó las manos a la cabeza. ¿Qué me pasa? ¿Qué he hecho?

Al cabo de unos pocos segundos comenzó a sonar el teléfono de la cabina que acababa de maltratar. Sí, quizás fuese el daño causado, pero no, seguro que era ella, le devolvía la llamada, sí, no había duda. Se levantó de un salto y de una forma casi instintiva cogió el teléfono que tenía aún en la mano y se lo llevó a la oreja. Tras aquel gesto le llegaron desde el banco las risas de los chavales y desde su espalda las de la mujer hostil. Después cogió el cable y trató, desesperado, ridículo, de insertarlo en el agujero del que lo había arrancado. Las risas que le llegaban del banco y de la mujer se hicieron atronadoras, e incluso le pareció que salían también del teléfono, por lo que volvió a llevarse éste al oído, curioso, lo que motivó que uno de los chavales del banco se echase al suelo, retorciéndose entre carcajadas. Desesperado por la imposibilidad de establecer comunicación, caricaturizado por las mofas de los que le rodeaban, cerró los ojos. Dejó de oír las risas. Apretó fuerte los párpados. Cuando volvió a abrir sus ojos, a su lado estaba su novia que le decía "cariño, ¿te pasa algo?, hoy te noto un tanto ausente". Bajó la mirada y vio sus manos tan cercanas, la de él y la de ella, que no le hubiera costado nada unirlas. Sin embargo no lo hizo. Cerró de nuevo los ojos. Poco a poco volvieron las risas...

Fotografía de Jeffery Scott.

lunes, agosto 28, 2006

El arduo peregrinar

1. Una conversión defectuosa lleva a muchos a los errores pasados y les echa a perder para el resto de su vida. El ejemplo de éstos debe, pues, evitarlo todo converso, no sea que, por empezar con desidia el servicio de Dios, se halle de nuevo implicado en los extravíos mundanos.

2. El que es negligente en su conversión, no se da cuenta que las palabras ociosas y los pensamientos vanos son perjudiciales, porque, si vigilase su desidia espiritual, al punto temería como horrendo y atroz aquello que consideraba sin importancia.

3. En toda obra buena hay que temer el fraude y la desidia. Cometemos fraude con Dios cuantas veces, a causa de nuestras buenas obras, nos alabamos a nosotros mismos y no a Dios. Y practicamos la desidia siempre que por abandono realizamos negligentemente las obras de Dios.

4. Toda profesión de este mundo tiene cultivadores celosos y resueltos a ponerla en práctica; y esto es lógico que suceda porque tienen presente la recompensa de su trabajo. Mas el arte del divino servicio tiene muchos discípulos negligentes, tibios, endurecidos por la inercia de su pereza; y esto acontece por cuanto su labor no se ordena a una recompensa en esta vida, sino en la futura. Así, pues, dado que la retribución del salario no alcanza en seguida a su trabajo, languidecen casi perdida la esperanza. De ahí que una brillante gloria aguarde a aquellos que llevan a término, con un resultado más positivo, los principios de la conversión a una vida ejemplar y que con tanta mayor brillantez se disponen a merecer el premio cuanto con mayor firmeza comienzan y llevan a término los trabajos del arduo peregrinar.

5. Algunos, en el fervor primero de la conversión, se aplican a las virtudes; mas, cuando van progresando, se aplican con tanto exceso a los asuntos terrenos, que se ennegrecen con el polvo del apetito más vil; por lo que el Señor dice acerca de las simientes: El sembrado entre espinas es el que oye la palabra de Dios y, a causa de las preocupaciones mundanas o de la seducción de las riquezas, ahoga la palabra, y resulta infructuoso.

6. Los recién convertidos no deben ocuparse de asuntos materiales. Porque, si se enredan con ellos, al punto, cual arbolillos plantados, que todavía no tienen solidez en su raíz, son sacudidos a la vez que aridecen.

7. A veces aprovecha a los conversos, para la salud del alma, el cambio de lugar, pues a menudo, con el cambio de lugar, se muda también el afecto del alma. Por ello, es conveniente ser arrancado, incluso corporalmente del sitio donde uno se entregó a los placeres, ya que el lugar en que uno vivió disolutamente trae a la consideración de su mente todo aquello que en él continuamente pensó y realizó.

San Isidoro de Sevilla (560-636). Sentencias, II, cap. X: La Conversión Deficiente.

Fotografía de Haleh Bryan.

viernes, agosto 25, 2006

Jenny



Change your name and find a job
Marry Jenny in the spring
Buy a dog and call him Pete
Push the children on the swings
Think about me now and then
Try to find a peaceful space
Count the days as they go by
Count the lines upon your face

Your heart beats quick and strong
Your mind pores over it all
Don't worry because no one saw me fall

Estoy enamorado de esta banda, Tunng, y estoy enamorado de esta canción y de algunas otras, como por ejemplo esa que se llama 'The Pioneers', y estoy cansado y tengo sueño y me voy a dormir con una guitarra edredonada resonando en mis ilusiones. Y si no oyen bien el audio de este video, que el sonido lo tiene un poco bajo y sé que no todos tienen la tarjeta de sonido conectada a un amplificador y unas pantallas como lo tenemos los que padecemos esta enfermedad degenerativa, incurable, pues os dejo aquí abajo también el sonido, más nitido, imagenless...

jueves, agosto 24, 2006

But something you said set the house ablaze!


Vaya por delante que uno se había acostado como a las siete de la mañana, por lo que a las once, el paladar alfombrado y la mirada varicosa, es posible que mi percepción estuviese un tanto desenfocada. Pero así es como lo recuerdo, y por lo tanto así ES como ES.

No había recorrido ni cuarenta metros y en mis oídos aún resonaba de la noche anterior el 'Crazy' de Gnarls Barkley, tiene guasa la cosa, cuando comenzó a aproximarse un chalado a las diez dedicándome el gesto de la gallina, situando las palmas cóncavas bajo los sobacos, con mirada desafiante y acompañando la actuación con unos bfff bfff que salían de su boca acompañados de esputos y otras babosidades. He llegado a pensar que se me iba a abalanzar y en mi memoria ha deflagrado el recuerdo de mi juventud futbolera, de cuando uno era fino en las maneras y elegante en el toque, a la vez que un auténtico desgraciado para con el rival. Era de los que en los corners agarraba y en las afrentas escupía. Por supuesto que no se me ha pasado por la mente escupir a aquel zumbado, pero algo ha debido él adivinar en mi mirada, que se ha echado las manos a la cara y ha reculado unos metros. Unos transeúntes que pasaban a nuestro lado me han lanzado entonces una mirada acusadora, ante lo que he levantado los brazos en gesto de eh, que yo no le he tocado. No me ha faltado más que describir con las manos una circunferencia, aquello de he ido al balón. He seguido caminando.

Apenas veinte metros más allá me he cruzado con un par de crías, lo suficientemente jovenes como para no considerar ridículo sino identificativo el lucir ambas exactamente el mismo aspecto: chanclas veraniegas de mínima tira negra, minifalda vaquera más mínima aún y camiseta negra de hombreras. Su aspecto resultaba ciertamente alimenticio para el ojo de un servidor, para qué mentirles, pero aún así les he perdido de vista un momento y entonces una de ellas, la más bajita, ha aprovechado para echárseme encima y robarme un beso, un piquito adolescente, travieso y esquinado. Luego han echado a correr, más huyendo de su travesura que del sujeto pasivo de la misma, pero tras tan sólo un par de zancadas a una de ellas se le ha desmembrado el frugal calzado, lo ha recogido del suelo, ha puesto cara de fastidio, le ha dicho a su amiga un "joder, mira, tía", y se han quedado allí paradas sin prestarme la menor atención, obviando soberanamente el incidente previo. Me he sentido simple atrezzo. Utilizado. Se me ha pasado rápido. He seguido mi camino.

Ya bien cerca de mi destino he pasado junto a un local donde habitualmente hacen castings para anuncios y películas, y books para modelos, y cosas así. Al parecer estaban eligiendo dobles de famosos para no se qué programa de la tele. En la puerta había un Edward G. Robinson que departía de forma amigable con un Enrique Iglesias y una Hillary Clinton. Hablaban de lo mucho que han subido este año los precios de las verduras. "Especialmente los tomates", sentenciaba la Clinton. Un poco más allá, al doblar la esquina, se me han acercado el señor y la señora Ropper y me han preguntado por una calle cuyo nombre desconozco, así que les he dicho "no sé, pero supongo que vais al casting de aquí a la vuelta", y ellos entonces han preguntado "¿qué casting?", y he comenzado a reir a carcajadas, y ellos me han mirado como si estuviese loco, y luego han dicho "vámonos, que éste está borracho", y he contestado entre risas "coño, pues claro, si no de qué".

Fotografía de Gregory Crewdson.

miércoles, agosto 23, 2006

La mujer de madera


"Felicidad se levantaba al amanecer, para no perder la misa, y trabajaba hasta la noche sin interrupción; despues, terminada la cena, en orden la vajilla y bien cerrada la puerta, tapaba los tizones con la ceniza y se dormía ante la lumbre con el rosario en la mano. Nadie más tenaz que ella en el regateo. En cuanto a la limpieza, sus relucientes cacerolas eran la desesperación de las demás criadas. Ahorrativa, comía despacio, y recogía con el dedo las migajas de pan caidas sobre la mesa, un pan de doce libras cocido expresamente para ella y que le duraba veinte días.

En toda estación llevaba un pañuelo de indiana sujeto en la espalda con un imperdible, un gorro que le cubría el pelo, medias grises, refajo encarnado, y encima de la blusa un delantal con peto, como las enfermeras del hospital.

Tenía la cara enjuta y la voz chillona. A los veinticinco años, le echaban cincuenta. Desde los cincuenta, ya no representó ninguna edad. Y, siempre silenciosa, erguido el talle y mesurados los ademanes, parecía una mujer de madera que funcionara automáticamente.

Había tenido, como cualquier otra, su historia de amor".

Extracto de "Un alma de Dios", de Gustave Flaubert (1821-1880).


Fotografía de Frank Bodenschatz, vía Exigeant.

lunes, agosto 21, 2006

Enlapiel

Dolor (Del lat. dolor, -ōris). El común considera que el dolor posee una cualidad mitigante en cuanto acumulativa. Se estima que según se superponen diferentes dolores de similares características estos se van haciendo más llevaderos. Que cuando alguien ha transitado por una experiencia especialmente dolorosa más preparado se haya para afrontarla de nuevo. La sintomatología del que así se encuentra así parece indicarlo: mandíbulas apretadas, mirada firme y serena, cabeza alta. Pareciera que sobrevuela el sufrimiento. No es cierto. El dolor lejos de asimilarse se magnifica una vez sufrido, y es entonces cuando entran en escena actores letales como la evocación y el miedo. Más aún: enfrentados a un conjunto de individuos de diferentes tipologías en cuanto a la manifestación física de un padecimiento, digamos un entierro, son exactamente aquellos que no lloran los que peor sufren.

Abrazo (De brazo - m. acción y efecto de abrazar). Los sujetos que se ven enfrentados a un hecho luctuoso o desesperanzante son catalogables en dos grandes categorías en función de cuan receptivos se muestren al contacto físico. Así, aparecen los que necesitan un abrazo (1). Estos buscan contacto físico para mitigar el padecimiento, para abandonarse. Tal necesidad en tanto en cuanto no se resuelve puede llegar a corporizarse, a través de un dolor físico localizable en hombros, pómulos y esternón. Luego están los que rehuyen todo roce (2). Estos consideran que su estabilidad se cimenta sobre pilares endebles, y que cualquier contacto que pueda provocar el brote descontrolado de los sentimientos puede motivar que tal estabilidad desaparezca, dejando paso a algo nuevo y temible. Se muestran nerviosos, gesticulan de forma inusual, y ante el menor roce reaccionan de forma eléctrica, cada poro de su piel tranformado en una terminación nerviosa hipersensible.

Fotografía de Stefan Rohner, vía Нотатник.

sábado, agosto 19, 2006

Setenta años


Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.


Esta barbaridad es un extracto del 'Soneto de la guirnalda de rosas' de García Lorca (1898-1936). El fotograma pertenece a de The Nun's Story (1959), y ha sido extraido de este portfolio.

viernes, agosto 18, 2006

Quiero que me saques de quicio


En ocasiones me traiciona el subconsciente. Otras, en cambio, soy yo el que le traiciona a él. Así, no pocas veces se ha dado la circunstancia de que me hayo cenando en agradable compañía, y de repente de mi boca surge el nombre no de aquella con la que estoy, sino de aquella con la que estuve. Por contra, también hay ocasiones en las que teniendo a la mañana siguiente una reunión importantísima me voy de copas, y me acerco a un grupo de chavalas y les hablo dejando caer los párpados y arrastrando ebrio las palabras, y grito "camerero, ponga otra!", y me bebo las copas de un trago, y parece que todo se va a echar a perder, y entonces, mi subconsciente ya absolutamente aterrorizado, detengo la fiesta y me voy a dormir. Y así estamos siempre, naufragando en un océano de engaños y simulaciones, sin permitirnos bajar la guardia, siempre alerta, nunca seguros de si la realidad es en verdad realidad, dudando si los anhelos serán o no fingidos.

Esta mañana ha resultado ser una mierda de dimensiones cósmicas, como lo son todas aquellas que comienzan con una llamada recibida a horas intempestivas, esas llamadas para las que no existe la posibilidad de la intrascendencia. Luego he dedicado el resto del día a fingir que mi estado de ánimo no era en absoluto el que en verdad era, y esa acción, como siempre, la he llevado a cabo con exquisita precisión, sin que nadie se percatase del ardid. Soy bueno en eso. Muy bueno. A veces, qué tontería, pienso que si un accidente me seccionase un brazo a la altura del codo sería capaz de, echando mano de un par de sonrisas y algún que otro juego de palabras, plantarme ante mis conocidos y convencerles de que mi brazo no se ha malogrado sino que se haya en revisión, un sistema revolucionario, oiga, y que me lo devolverán al día siguiente con un grado de funcionalidad inaudito. Llevad vuestros brazos al mismo sitio que yo, lo agradecereis, diría, y alguien acabaría preguntando "pero, tío, ¿hablas en serio?". Porque soy bueno fingiendo que nada pasa, que todo va bien. Soy buenísimo. Pero cansa. Mucho.

Fotografía de Aino Kannisto.

jueves, agosto 17, 2006

No sé si el mundo es el de siempre (pero yo lo veo diferente)


A las mujeres les encantan los niños. No sé la razón, y me niego, por supuesto, a achacarlo a motivos hormonales o genéticos. Hay excepciones, como en casi todo, pero por norma general las mujeres en cuanto ven a un crío (considérese crío a todo aquel ser que se mueva entre el paritorio y los nueve años) no tardan en acercarse a dedicarle un par de muecas empáticas. Y eso en el mejor de los casos. En el peor, le magrean y zarandean mientras con la peor de sus sonrisas se dedican a preguntarle idioteces imitando la voz del Pato Donald. ¿Y ya vas al cole? ¿Siiii? ¿Siiii?

Cuando tenía 20 años y la mujer que iba a mi lado hacía algo de eso, lo recuerdo, sentía un poco de miedo. A los 25 pasó a resultarme ridículo. A los 30, no me pregunten por qué, me producía una cierta ternura. ¿Y ahora? ¿Ahora qué? Pues ahora me provoca unas ganas irrefrenables de meterme en un bar y apretarme tres botellas de la mejor malta disponible.

Fotografía de Dorota Pawilowska.

miércoles, agosto 16, 2006

Funny break (one is enough)

Paladeó el sabor metálico, desató la goma de su brazo y depositó la jeringuilla sobre la mesa, con exquisita delicadeza. Después, como hacía siempre, se reclinó en el sofá, la cabeza hacía atrás, la boca ligeramente abierta y los ojos ligeramente cerrados. Esperó unos instantes y después comenzó a mirar a su alrededor. Del televisor no salían animales mitológicos, ni la mesa echaba a andar, ni las paredes amenazaban con comenzar a latir. No pasaba nada. Se relajó de nuevo, y al cabo de un rato volvió a escrutar los objetos de su alrededor. Nada. No lo entendía, se había metido lo mismo de ayer, pero hoy en cambio parecía no funcionar. Se levantó del sofá y salió a la terraza. Allí alzó la vista al cielo y éste le devolvió su color azul, ni rastro del color púrpura que percibía cuando se colocaba. De repente, le pareció divisar una silueta en el interior de la casa y se sobresaltó. Ese sobresalto le pareció la prueba definitiva de que aquello no estaba funcionando, porque cuando lo hacía, cuando funcionaba, entonces absolutamente nada era capaz de asombrarle.

Regresó con sigilo al interior de la casa y se llevó una monumental sorpresa al descubrir que la silueta que había visto era la de sí mismo recostado en el sofá, la boca ligeramente abierta y los ojos ligeramente cerrados. "Vaya, esto sí que es fuerte", se dijo en voz alta. Permaneció muy quieto, observando a aquel tipo, observándose, y mientras con un interés entre biológico y filosófico trataba de escrutar sus rasgos, sus gestos, de repente aquel yo comenzó a dividirse en dos, un yo que continuaba sentado, inmovil, y otro yo que se incorporaba. Este yo levantado pasó a su lado y salió a la terraza. Allí le vio alzar la vista al cielo, le vio después bajar la mirada con gesto decepcionado, y al rato le vio mirar hacia el interior y estremecerse. Aquel segundo yo volvió con cautela al salón y cuando estuvo a su lado dijo en voz alta "vaya, esto sí que es fuerte", y juntos se dedicaron a contemplar al yo que permanecía sentado. Como era de esperar, éste no tardó en dividirse de nuevo en dos, y en ese momento uno de los yo se volvió hacia el otro y le preguntó "¿tú entiendes esto?". "No", respondió el otro. "¿Qué fin tendrá?", preguntó de nuevo un yo. Y el otro contestó "no lo sé, pero es curioso que cuanto más me divido, más sólo me siento", mientras el tercer yo, de regreso de la terraza y aún con la huella del estremecimiento posada en su rostro exclamaba "vaya, esto sí que es fuerte".

Fotografía de Phillip Toledano.

martes, agosto 15, 2006

El sueño de la razón produce sueño

Estaba hablando con Sebas sobre el por qué las mujeres que andan con los pies ligeramente desviados hacia dentro tienden a disfrutar de unos traseros impecables, cuando me ha llamado Eva y tras un "ésta te va a encantar" me ha contado la historia de un paciente al que trata desde hace unas semanas. Este hombre, de unos 45 años, dice que cada noche en sueños revive exactamente el día en el que se encuentra, pero retrocediendo diez años en el tiempo. Si hoy es 15 de agosto de 2006, esta noche se encontrará reviviendo el día 15 de Agosto de 1996, y mañana el 13 y pasado el 14. Menudo jaleo. Así, estos últimos días le cuenta que ha soñado que se encontraba en la costa disfrutando de unas vacaciones junto a su esposa, sus dos hijas de siete y cuatro años, y su hijo de tan sólo seis meses. Por supuesto, ahora tienen 17, 14 y 9. Le dice que en la playa lee el mismo periódico deportivo que tuvo en sus manos hace diez años, y lleva el mismo bañador verde que llevaba entonces, y juega con sus hijos y va a comer al chiringuito y planea excursiones exactamente como lo hacía entonces. Todo igual. Yo entonces, tratando de buscar un sentido lírico a tamaño berenjenal, he preguntado si no sucederá que este hombre por aquellas fechas sufrió una gran pérdida o un gran desengaño que cambiase su vida para siempre, e incluso he sugerido que ahora que se está acercando de nuevo a ese momento fatídico, si no le saca alguien de esa dinámica demoniaca, quién sabe, tal vez se vaya una noche al pasado y no vuelva. O algo. No sé.

Mientras acababa de exponer mi teoría he oído al otro lado del teléfono las uñas de Eva tamborileando en una mesa. Luego, un resoplido. Al fin, ha hablado: "Pero, hombre, que es imposible que alguien reviva exactamente los mismos días que vivió diez años antes, por orden y con cada detalle de cada día, no me jodas... Nuestra mente no almacena una información tan detallada. Seguro que el bañador que sueña que lleva es el que entonces llevaba, sí, y que las caras de sus hijos son tal como eran, sin duda, cómo olvidarlo. Pero lo demás es invención. No, el problema de este hombre no está en que reviva su pasado, sino en que lo reescribe, y da la impresión de no saber distinguir qué fue real y qué está siendo reinventado. Además dice que no, que aquel fue un verano normal dentro de un año normal, un año sin más recuerdo imborrable que el nacimiento de su hijo...".

Eva ha hecho entonces ha hecho una pausa brusca y ha cambiado de tema, que es su forma de decir que se acabó la conversación. No le gusta dudar en voz alta, en eso tampoco nos parecemos. Así que me ha preguntado, por ir liquidando, "bueno, ¿y a tí que tal te va?", y yo le he respondido: "pues verás, hablando de sueños, ¿a que no imaginas de quién era el mensaje que me han dejado hoy en el contestador? Pues de aquella novia que tuve, ¿te acuerdas?, la que soñaba con catedrales...". Y Eva ha puesto su tono de voz más severo y me ha dicho: "cielo, ten mucho cuidado, por favor".

Fotografía de Thierry Le Gouès.

lunes, agosto 14, 2006

Precipicio

Fue en ese preciso instante cuando advirtió con absoluta nitidez que su vida entera había sido una farsa, un reluciente montón de la más insondable nada. Se habia topado por casualidad con su gran amigo de la infancia, aquel al que habría aludido si alguien le hubiese solicitado que nombrase al mejor amigo que hubiese tenido en toda su vida, y ahora aquél, lo supo desde el momento en que le dirigió la primera palabra, no recordaba su nombre. Al verle le había dicho, ilusionado por el encuentro, "¡Angel, qué tal!", y Angel le había respondido "hey, bien... qué tal tú". Seguro que le recordaba, claro, los juegos de infancia, los exámenes, los primeros ligues, esas cosas no se olvidan. Pero, era obvio, no recordaba su nombre, a pesar del gran esfuerzo que hacía, lo notaba, tanto por recordar como por disimular. Y comprendió entonces que todo en su vida había sido igual, sus amistades, sus amores, sus trabajos y estudios, su ocio. Su vida era media, tiempo inútil, el uno más entre un millón, sin el menor atisbo de genio, de riesgo, de albedrío. De magia.

Llegó a casa dispuesto a mandarlo todo al cuerno. Comenzó a preguntarse cuánto le darían por su vivienda. Los precios estaban altos y la casa, aunque un tanto descuidada, resultaba atractiva, especialmente por la zona en la que se encontraba. Comenzó a plantearse qué hacer con el dinero que le diesen. Pensó en pasar todo un año viajando, como si fuese el último año de su vida. Pensó en vivir en una isla. Pensó en comenzar a pintar. Pensó en dejar crecer su pelo y en comprarse ropas amplias. Henchido de excitación agarró el teléfono y buscó el número de su jefe. Pensó en llamarle, y en decirle que a partir de ahora tendría que buscarse a otro que le hiciese el juego sucio, otro que tapase sus tremendas carencias. Estaba emocionadísimo.

Dejó el teléfono sobre la mesa, entró en la cocina, abrió el congelador y sacó una pizza. Rompió el paquete y la introdujo en el horno, programado en los catorce minutos que recomendaba el fabricante. Volvió al salón, encendió el televisor y se sentó erguido en el sofá. Recordó entonces que el día siguiente era el último en el que podía renovar el abono de la piscina. Se incorporó, buscó un bolígrafo, escribió en un post-it "Piscina renovar", y lo pegó sobre el televisor. Se sentó de nuevo. Pasaban una película que había gozado de un cierto éxito a mediados de los noventa, una comedia romántica de final feliz. La habría visto unas cinco veces, pero no cambió de canal. Sonó la alarma del horno. Continuó inmovil. Sentía muchísimo frío.

Fotografía de Peter Frank.

viernes, agosto 11, 2006

The girl with the sun in her head

Go, Kajsa, go! (11.08.06 - 18:30 - Göteborg, European Athletics Championships High Jump (F) Final)

jueves, agosto 10, 2006

So... are we ready to be heartbroken?


Lloyd Cole - Are you ready to be heartbroken?
Looking like a born again, living like a heretic, listening to Arthur Lee records, making all your friends feel so guilty about their cynicism, and the rest of their generation, not even the government are gonna stop you now. But are you ready to be heartbroken? Are you ready to be heartbroken?



Camera Obscura - Lloyd, I am ready to be heartbroken
Jealousy is more than a word, now I understand, you can stay a girl while holding a boy’s hand. Hey Lloyd, I’m ready to be heartbroken, 'cause I can’t see further than my own nose at this moment. I’ve got my life of complication here to sort out, I’ll take myself to an east coast city and walk about. Hey Lloyd, I’m ready to be heartbroken, 'cause I can’t see further than my own nose at this moment.

miércoles, agosto 09, 2006

Prêt-à-porter

Me apoyé en la barandilla de la terraza sujetando mi copa con ambas manos mientras Diana se dejaba caer en la tumbona y continuaba la frívola conversación, de las de ir pasando el rato, que nos había ocupado la segunda mitad de la cena. El tema en cuestión era la importancia social de aquel grupo de top models que dominaron las revistas de finales de los 80 y primeros 90. Mientras Diana hablaba yo me limitaba a intercalar interjecciones neutras, dejando la conversación agonizar, convertida ya en monólogo. Miré entonces un poco hacia mi derecha, un poco hacia abajo, hacia una ventana de la que salía luz. Dentro había una muchacha que con aire ausente comenzaba a desvestirse. Era una muchacha poco atractiva, el esqueleto grande, los ojos demasiado juntos sobre una nariz inconveniente, el peinado fallido. Ajena a mi mirada se quitó los pantalones vaqueros y la camiseta blanca de tirantes, parecía tararear una canción, y una vez quedó en ropa interior reparó por vez primera en mi presencia. Su gesto se colmó de pánico, cruzó los brazos sobre su pecho, y de un salto se alejó de la ventana. Sonreí. En ese momento Diana estaba comentando que le parecía fenomenal que las niñas de aquellos años quisiesen parecerse a las top models, que le parecían un buen ejemplo ya que, aunque insolentes y malcriadas, eran también mujeres que dominaban su mundo, agresivas, implacables y que de ninguna forma estaban dispuestas a limitarse a actuar como marionetas. Entonces, para mi sorpresa, la muchacha de la ventana volvió y comenzó a actuar como si no supiese que yo estaba allí, continuando el ritual que mi presencia había suspendido. Con gran destreza se desabrochó el sujetador y lo dejó caer extendiendo los brazos al frente. Luego se agachó y con un simple juego de pulgares se despojó de sus bragas. Miré la marca que en su cintura había dejado el pantalón vaquero, y también esa otra, está parecía una cicatriz, que entre sus pechos había dejado el sujetador. Después alcé la vista hacia su rostro y pude ver con claridad un par de lágrimas resbalando por sus mejillas. Tomé una gran bocanada de aire y lo fui expulsando muy despacio, sintiendo el aire deslizarse entre mis labios, como queriendo edificar con él un parapeto que dejase mi mundo a salvo de aquel otro que se encerraba en aquellos pechos pequeños, en aquellas lágrimas, en la luz de aquella ventana. Me giré entonces hacia Diana y le dije "¿sabías que tras su gran escándalo Kate Moss es ahora la modelo mejor pagada del mundo? Creo que me parece bien", y un poco más tarde, dormido, soñé que me asomaba a un balcón y gritaba a los transeúntes "fuego! fuego!", y éstos me miraban, dándose codazos los unos a los otros, sin poder parar de reír.

Fotografía de Frank Herlet.

martes, agosto 08, 2006

Mentiras

Ya no se hacen mentiras como las de antes. Tú ya no mientes como antes. Antes ponías mucho orgullo en tus mentiras, solías prestar más atención a los detalles. No como en estas cosas tan poco convincentes que me ofreces ahora.

Ya no se hacen mentiras como las de antes. Tú ya no mientes como antes. Solian ser más fuertes, solían durar más. Prestabas más atención a los detalles. Hoy en día las mentiras apenas se aguantan en pie.

Ya no se hacen mentiras como las de antes. No, tú ya no mientes como antes.

Yo solía ser capaz de sobrevivir a tus mentiras.


By Bill Callahan ('Lize' - 'Red Apple Falls', Smog, 1997).

domingo, agosto 06, 2006

Señoritas guapas y canciones bonitas



Si hay canciones de verdad bonitas, esas son las de Mazzy Star. Y si hay una señorita guapa, pero guapa a morir, esa es Hope Sandoval.

Mazzy Star fue un proyecto creado en los 90 por David Roback (fundador de aquellos seminales Rain Parade que revitalizasen la psicodelia en los LA de los primeros 80), surgido de las cenizas de unos Opal sentenciados por la espantada de su vocalista, Kendra Smith, ex-Dream Syndicate, a mitad de una gira en el 87, y tras ser ésta sustituída por una misteriosa joven de raices mexicanas, Hope Sandoval, quien compartía entonces cama con Roback (más tarde se convertiría en la Mary encadenada al Jesus Jim Reid). Tímida, menudísima, con una belleza arrebatadora, casi infantil, con un visceral odio al directo, y con una voz de timbre único y elegantísimo fraseo, pronto se convertiría en uno de los iconos del rock alternativo americano de los 90.

En esta actuación de 1994 para el programa del veterano Jools Holland nos encontramos a unos Mazzy Star afinadísimos, con una Hope infinita y un Roback que recrea con clase el clásico 'Blue Flower' de Slap Happy, plagio del "Femme Fatale" de Velvet Underground incluído. Pero no se queden en tan sólo eso, porque el resto de la banda es infalible: al bajo, la mítica Jill Emery, primera bajista de Hole. En la batería, Keith Mitchell, ex de Green On Red. Y a la otra guitarra, Suki Ewers, vieja compañera de Roback en Opal.

Y si se quedan con ganas de más, se pueden entretener degustando un jugoso directo de su gran hit, 'Fade Into You', éste otro directo en el que interpretan 'Halah', o los videos promocionales de canciones inolvidables de su repertorio, como 'I've been let down' o 'Flowers in December'.

jueves, agosto 03, 2006

El raciocinio, esa lacra

Eso de que la especie humana se encuentra en constante evolución es una gaita, una mentira como un templo de grande.

Reconozcamoslo, en las actuales coordenadas espacio temporales el espejo ideal en el que mirarse es Paris Hilton, y el último ser al que cualquiera quisiera asemejarse bien pudiera ser el penúltimo Premio Nobel de Física, que, para qué engañarnos, todo cristo piensa que debe ser un mameluco y un coñazo, un tipo feo, aburrido y que los sábados se mete en la cama a las diez. El primitivo ansia de acumular conocimientos y el inconformismo característico de cualquier grupo animal con una estructura social tan profundamente estratificada ha dejado paso a un aletargamiento cerebral degenerativo y a una indolencia extrema. La estupidez se ha rebelado como la forma ideal de lidiar con el entorno, y cualquier actividad mental de una complicación siquiera básica es reconocida por el sistema como una amenaza. En una estructura tan claramente determinista el viejo ideal de pretender cambiar el mundo no pasa de ser una aspiración post-hippie, inocente como un girasol, por lo que tan sólo nos queda aceptar que, definitivamente, la inteligencia ha quedado reducida de forma irreversible a simple patología, el pasaporte ideal hacia el aislamiento social, la disforia y la distimia. Situados tales condicionantes como constantes de esa macabra ecuación que responde al nombre de presente, tan sólo nos queda reducir las variables al mínimo, descontextualizar y dedicarnos a lo largo de nuestra travesía a hacer lo fácil: agarrarnos al cinismo como metodología, al sarcasmo como escapatoria y a la ironía como único asidero válido para ser capaz de interactuar con el prójimo. Y si cualquier deleznable sujeto amenaza con delatarnos, entonces lo mejor es disociarse y hacer un esfuerzo por imitar anhelos ajenos hasta conseguir de nuevo difuminarnos en el hábitat. Y beber mucha agua, sobre todo en verano.

Fotografía de Bex Hirdman.

miércoles, agosto 02, 2006

Ship of fools

El día era maravilloso, bonito de verdad, con un cielo azul perfecto y una brisa delicada que casaba a la perfección con el calor de aquel Agosto. Y el plan para aquella tarde era magnífico: cogeríamos el yate, dos parejas, dos tíos y dos tías, nos adentraríamos en el mar, y una vez bien lejos de las miradas de los demás jugaríamos al strip poker. Por supuesto, siendo verano, la playa, el calor, no había muchas prendas que jugarse, así que decidimos que entrasen en juego el reloj y el calzado. A continuación, establecimos que ellas pudiesen contar como prendas separadas las dos piezas del bikini. Al final, la pareja perdedora se despelotaba y la otra no. Menudo plan. Yo, pongamos las cartas sobre la mesa, nunca mejor dicho, me moría por verle al fin las tetas a C. Mi novia, mientras, o no se daba cuenta de mis intenciones o le daba igual, y lo mismo le ocurría al novio de C. Ambos eran tal para cual: dos floreros, atrezzo, una piscina con forma de melocotón y la profundidad de un charco vespertino.

Comenzamos a navegar, charlando de esto y de aquello, y cuando nos hubimos alejado del puerto deportivo, a la altura de unas calas inaccesibles por tierra, preciosas, para verlas, de veras, comenzamos el juego. Las primeras manos se me dieron de miedo. Yo aún no había perdido ni el reloj y a C ya le quedaba tan sólo el bikini. Pero supongo que después me dejé llevar por la emoción y jugué mal mis cartas, y mi novia lo hizo igual de mal que siempre. El caso es que la cosa se igualó, hasta llegar al momento definitivo, que fue cuando me llegaron unas cartas lamentables, tan lamentables como las de mi pareja. Habíamos perdido, así que mi novia lució su escultural cuerpo, y yo el mío, que tampoco está nada mal.

Pero, claro, me negué a resignarme, yo había ido allí por algo, y propuse volver a jugar. A los dos floreros les pareció bien, pero C tan sólo se mostró dispuesta a aceptar a condición de que nos jugásemos mi barco. Llevado por un deseo un tanto kamikaze acepté, y perdí. Quise seguir, y C propuso que me jugase a mi novia. Cuando sin pensarlo demasiado dije que sí ésta me miró como diciéndome "aunque ganes habrás perdido". Me dió igual, yo sólo quería verle las tetas a C, no había otra cosa en mi mente. Perdí de nuevo. C me propuso a continuación que apostase mi casa y mi coche. Acepté de nuevo y, no me lo podía creer, volví a perder. ¿Qué coño pasaba con aquellas cartas?

Por fin, despojado del grueso de mis posesiones materiales, C dijo, sonriendo, muy segura de su suerte: "ok, ¿y qué tal si ahora te juegas tus poderes sobrenaturales, esos que te permiten lanzar plagas y tormentas, y aliviar penas y enfermedades, y jugar con los destinos de las personas?". Aquello ya era serio, serio de verdad, y me detuve a pensarlo unos minutos. Me pregunté por qué me estaba jugando mis poderes, en vez de utilizarlos. Me pregunté qué sucedería con el mundo si perdía, y también qué pasaría conmigo. Luego le eché un nuevo vistazo al escote de C, y al fin dije: "vale, bien, juego". Mi pareja sonrió despectiva mientras se volvía a poner el bikini. La pareja de C se echó las manos a la cabeza. C dijo: "perfecto, te toca a tí, reparte...".

Fotografía de Brandon Sullivan.