martes, junio 12, 2007
Palingenesia
Que pienso ahora que entre quedarme a que me rasquen el lomo cien tíos encorsetados y ver a Uffie a las tres menos cuarto en el Polígono Pedrosa me quedo con esto último, seguro, y que después por mi ausencia se ofenda quien quiera. Que se queden con sus menús japoneses y sus personalidades invitadas y sus halagos, que se jodan, que no entienden nada, que se les escapa hasta lo básico. Ahora no estoy para recovecos. Mi hermana tampoco, y me dice que tenga cuidado, que últimamente la prosa se me abigarra y se me embarroca, y que cuando pierdo de vista el sarcasmo me pongo feo, y creo que tiene razón y que quizás me quede en Barcelona un tiempo, que me apetece ir a la playa a pringar el portátil de arena mojada y además conozco a alguien que tal vez quiera darme una vuelta en barco. Mal seguro que no me hace. El aire, el agua, el acento y todo eso. Lo que sí que me hace mal es lo de hoy, que me han ofrecido pasar un tiempo en Brooklyn, llevando a cabo una tarea muy juvenil y muy moderna y muy de pintarla, y ahora me arrepiento un poco de haberme mofado tanto del que lo ha hecho. Pobre, seguro que lo hacía con buena voluntad y además él no tiene culpa de que haya bestias que me es imposible dominar. Igual mañana le llamo y me disculpo. Igual no. La verdad es que ahora echo mucho de menos aquellos tiempos en los que era inteligente, en los que no cabía ninguna duda de que lo era. Y echo de menos esa otra vida en la que sabía dibujar, que seguro que hubo una en la que supe, lo sé, esas cosas se saben. Y me arrepiento de todas aquellas horas que malgasté aprendiendo a tocar el violín. Porque el violín es un instrumento de pelirrojas y maricones. Dibujar, no. Dibujar ha de ser precioso, y los que dibujan seguro son personas que están más allá del bien y el mejor, de los reproches y los arrepentimientos, de los perdones y la lástima. Si yo supiese dibujar hoy no se me habría escapado la mujer de mis sueños, esa con la que me he cruzado en Goya con Príncipe de Vergara. Pero me acompañaba otra y no he querido hacerle el feo. Y es que no sé dibujar. Tengo manos, pero siempre las llevo atadas a la espalda. Lo siento.
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