Esta noche he soñado que entraba en la casa de Gran Hermano. Allí, tras convencer al resto de participantes de mis bondades como cocinero, les envenenaba volcando el contenido de mi anillo borgiano en las macedonias de frutas servidas como postre. A la mañana siguiente no despertaba ni uno. Vencedor. Luego, en el plató, Mercedes Milá alababa mi sentido de la estrategia al tiempo que vigilaba con el rabillo del ojo la distancia existente entre mi anillo y su vaso de agua, mientras los familiares del resto de participantes, de las víctimas, daban muestran de deportividad y empleaban expresiones como "el mundo es para los listos" o "así es el juego".
Me he despertado sobresaltado, pues siempre he preferido llenar mis noches de crímenes pasionales que de asesinatos en masa. Y he supuesto que el motivante de tal escabechina habría que buscarlo en la fiesta a la que ayer me llevó Sebas, y en una lamentable combinación de alcohol y mala conversación. En la fiesta en cuestión Sebas me presentó a una muchacha que tras decirme un "tenía muchas ganas de conocerte" me estuvo hablando de las elecciones municipales, el G-8 y el accidente de Kubica. ¡El accidente de Kubica! ¿Estamos todos locos o qué? Un par de veces estuve tentado de dejarla con la palabra en la boca, pero afortunadamente Sebas me adivinó el gesto y acudió al rescate. Y mira que la chica era mona y portaba con salero un culito respingón, así como de frutera, pero nada, que no me ha provocado ni un pensamiento impuro. Tan sólo deseos de matar por docenas. El accidente de Kubica. Vamos, no me jodas.
miércoles, junio 13, 2007
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