lunes, enero 15, 2007

Frivolité

La mujer de tu hermano te bombardea con emails en los que aparecen palabras como húmeda. Llegas pronto a casa y encuentras a tu novia entregada a prácticas sexuales inauditas con dos operarios de Gas Natural. Tu gran amigo de la infancia te conduce a un aparte en el bar, desliza su mano por tu cintura y a continuación intenta besarte mientras susurra cariño mío...
Todo ello intrascendente arenilla en comparación con el descomunal pedrusco de tragedia que supone mi nuevo corte de pelo.
Pensé que bastaría con modificar algo insustancial, aunque en el fondo sabía que a nadie se le desalborota la vida porque pinte de verde las paredes del cuarto de baño o mueva los enchufes del salón. Pensé en cambiar de sofá, pero le estoy empezando a coger cariño. Pensé en apuntarme a una autoescuela, pero apenas pude contener la risa. Así que al final he decidido visitar al peluquero, y le he dicho corta. Y adios al flequillo que juguetón se enredaba en mis pestañas, adios al mechón que abrigaba mis oídos. Adios.
He quedado a desayunar con Eva:
- Así de corto te queda muy bien.
Luego me he cruzado con mi simpática panadera pelirroja:
- Así estás muy guapo.
Después he visto a la chavala de mi cafetería favorita:
- Así, que se te vean los ojos, que los tienes muy bonitos.
Yo cada vez que me miro en un espejo me quiero morir.
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