jueves, julio 17, 2008

Nos estamos echando a perder

La herencia esteparia me ha legado unos ojos de un color inusual. La mediterranea, un cabello oscuro y unos labios completos. Y juntas, ambas, mano a mano, nieve y mar, han dado lo mejor de sí mismas para conseguirme un tono de piel sencillamente desastroso, entre cetrino y amarillento en lo habitual, rozando lo mortecino en días de resaca. Un asco. Y ahora les hablaría de la diferente tonalidad de la piel cicatrizada y los factores de protección solar, pero la verdad es que no me apetece demasiado, y a ustedes menos aún, así que hablemos de otra cosa. Hablemos, por ejemplo, de mi paseo ayer con Martina. Para los poco atentos, hay que apuntar que Martina tiene tanto que ver con Marta como Ronaldinho con Ronaldo. Y bueno, pues eso, que ayer estuve con Martina, tomando un batido en una terraza, contando chistes homófobos, paseando, y hubo un momento en el que llegué a sentirme tan feliz que incluso le tomé de la mano.
- Pero, gilipollas, ¿qué haces?
- Disculpa, es que soy tan feliz...
Y no eran sólo los cinco o seis kilos que ha cogido y que tan estupendamente le sientan, era sobre todo que a mí de siempre me ha encantado pasear con embarazadas. Todo a su alrededor parece mejor y mucho más sencillo. Todo a su alrededor queda en vilo. Adoro su optimismo hipertrofiado, el plazo por narices, la meta a meses vista, la alegría hormonada. Me encantan las preñadas, ya lo creo. Ayer lo pasé genial con Martina, tomando un batido, contando chistes racistas, paseando, y hubo un momento en el que llegué a sentirme tan feliz que incluso le propuse fugarnos juntos. La escena se me apareció como un fogonazo, con absoluta claridad. Tendríamos seis hijos a los que pondríamos nombres bíblicos, seis al margen del que viene ahora, al cual me comprometería a querer casi tanto como a los otros. Llevaríamos una vida nómada y seríamos habituales de mercadillos de productos de huerta y muebles vintage. Surcando Las Alpujarras, libres como el viento. En mi visión yo conduzco la furgoneta y ella reposa su cabeza en mi hombro, pero yo no sé conducir, así que habría que hacerlo al revés. Da igual. El caso es que a Martina todo esto no le ha parecido muy buena idea.
- Es que mi chico está muy ilusionado con lo del niño, ¿cómo le voy a hacer yo eso?
Entonces le he propuesto optar por un enfoque más radical, y que parezca un accidente. Pero tampoco le ha parecido bien, por no sé qué del amor. Cabezonas, las embarazadas, eso también.
blog comments powered by Disqus