miércoles, julio 18, 2007

Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna

Llevo unos días convertido en un absoluto The Shield-adicto. Cada tarde me trago sin pestañear seis o siete capítulos. Por eso, consciente de mi enfermedad y ansioso de encontrarle vías de escape, trato de aferrarme a cualquier plan que surja, a cualquier alternativa. ¿Te vienes al cine? ¡Vamos! ¿Te vienes a un concierto? ¡Vamos! ¿Te vienes a probar este generador de descargas genitales de alta intensidad? ¡Por supuesto! Así que ayer no dudé mucho cuando me llamó JM y propuso que le acompañase a una fiesta a la que él debía acudir por no se qué compromiso. Allí bebí, escuché mala música y me reencontré con Amaya, un ser maravilloso a quien perdí la pista hace no menos de una decada. Le dije "he leído que te va fenomenal" y ella dijo "he oído que te va fenomenal". Le dije "mira que es mala la música que están poniendo" y ella dijo "horrible". Nos despedimos con un abrazo. Más tarde pasó deliberadamente a mi lado una mujer con unos ojos magníficos, verdes con reflejos grises, una maravilla de ojos. Lástima que conformasen una mirada tan plana, la mirada de una persona que mira no por ver sino por ser vista. Y es que cada una de sus virtudes aparejaba un defecto: un pelo negro precioso, que no dejaba de manosear; una expresión dulce, coronada por una sonrisa mecánica; un cuerpo fino y elegante, ahogado en el más absoluto amaneramiento. Con todo, supuse que un cierto desprecio podía significar un interesante punto de partida, por lo que decidí acercarme. Ella me vio aproximarme, decidido, y sonrió coqueta, ralentizando su mirada, en un gesto estudiadísimo. Un gesto a través del cual le adiviné la cama, la cual, lo supe con certeza, habría de ser una cama llena de noes, vanidades y medias verdades. Y de repente sentí una pereza inabarcable. Y opté por seguir caminando, por pasar de largo, por abandonar la fiesta, sin detenerme hasta encontrarme a tres calles de distancia. En ese momento aquel comenzó a parecerme el día perfecto para romper algo, el día ideal para quemar un cajero o mutilar un monumento nacional o regalarle flores a la mujer de otro. Un día de esos en los que todo es de color negro oscuro, por dentro y por fuera.
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