
- Te comía todo el coño.
Como suena. Y su vestir no me ha parecido el de un desequilibrado, ni su mirada me ha resultado especialmente perturbada, por lo que por un instante se me ha pasado por la cabeza que quizás el problema no estuviese en él sino en mí, y que yo no fuese yo sino una mujer. Y que vale, que el problema del tipejo seguiría ahí, pero ya sería otra cosa. Ridículo. Luego, tras abandonar la cafetería, he ido mirando mi imagen reflejada en cada escaparate buscando indicios de no sé muy bien qué, y al llegar a la altura de un contenedor he visto sobresalir de uno de sus costados una máquina de escribir medio rota, y entonces he sentido... joder, no sé lo que he sentido. No sabría explicarlo. A veces siento que se me acabaron las palabras. Y déjenme que les diga una cosa: si vuelvo la vista atrás sabría decirles exactamente qué día y en qué lugar gasté la última.