lunes, febrero 19, 2007

Sangre, sudor y sábanas

Me ha salido una llaga en la punta de la lengua. Además, el interior del párpado derecho protesta como si estuviese pariendo un orzuelo y tengo los labios cortados. Apenas llevo cuatro días de encierro tranquilo, abandonando el hogar lo justo para completar las imprescindibles labores de abastecimiento, y mi cuerpo ya ha comenzado a rebelarse. El muy cabrón se queja, renquea, finta el descanso, pide su dosis, reclama caña. Pues que se joda, porque ahora está en mis manos, y esto se acaba cuando yo lo diga.
En todo caso, y por respeto a todos los bellos momentos que hemos pasado juntos, he decidido otorgarle una pequeña tregua y darle, darnos, un paseo, cabeza gacha y mirada al suelo, que no es cuestión de abusar, por el centro comercial. Al pasar por la sección de menaje he recordado aquel día en el que JM, apostado en el quicio de la puerta de mi dormitorio, sentenció que las sábanas de color negro son de maricones, por lo que me he propuesto renovar ropa de cama, y ya de paso también de baño. Y me he planteado incorporar algún que otro detalle multicolor a la misma. Un bordado en tonos pastel, unos motivos geométricos en verde y oro, qué sé yo. Incluso he llegado a tener toallas azules en la mano. Dios mío, azules. Al ir a preguntar su precio he comenzado a tartamudear, bañado en sudor, hasta verme obligado a abortar la misión. Por lo que al final todo lo que he comprado, sábanas, funda nórdica, toallas, es, de nuevo, no podía ser de otra manera, negro. Como decía no sé quién, las revoluciones no se hacen: llegan.
Luego, ya en casa, me he puesto un capítulo de Anatomía de Grey, y en uno de esos monólogos que son para niñas de instituto público, sí, y que pretenden colar como axioma lo que son tan sólo lugares comunes, también, pero cuyo efectismo y perfecta adaptación al medio estoy dispuesto a discutir con quien haga falta, en uno de esos monólogos, decía, la voz en off ha soltado algo así como "si algo que no sabíamos que teníamos desaparece, ¿lo echamos de menos?". Le he dado a la pausa y he comenzado a reflexionar sobre el particular. Me he llevado los dedos a las sienes, tratando de estimular el riego local. Luego me he colocado una mano en la barbilla, emulando a los pensadores, estableciendo contacto telepático con la musa. Me he recostado en el sofá, para tener una más amplia perspectiva. Me he quedado frito.
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